El son cubano está presente a escala universal, dentro de las expresiones musicales más auténticas y valiosas. Su alegre música logra provocar desde el primer momento a los bailadores, quienes identifican en él sabor y variedad ideales para la exhibición de sus habilidades coreográficas
Foto clave de son
“El son es lo más sublime para el alma divertir” sentencia en una de sus estrofas una canción de Ignacio Piñeiro. La presencia de este género cubano, padre indiscutible de la salsa, es importante y creciente a escala universal, dentro de las expresiones musicales más auténticas y valiosas contemporáneas.
Aunque no se conoce la fecha exacta de su nacimiento, se sabe que surge en la región oriental de la Isla (comprende las provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba, Holguín, Las Tunas y Granma) , y que ya era escuchado durante el siglo XIX.
Desde sus inicios el son fue concebido como canto y baile de sectores humildes; pero su alegre música, esenciales dentro del hedonismo criollo, logró provocar desde el primer momento a los bailadores, quienes identificaron en él, sabor y variedad ideales para la exhibición de sus habilidades coreográficas. De esa forma, conquistó sin dificultad otras capas sociales y ascendiór en la preferencia de todos a partir del primer cuarto de siglo XX.
Según el músico y escritor Laureano Fuentes Matóns, el “Son de la Ma´Teodora” es el primer son conocido, y fue escrito en Santiago de Cuba en 1562 por las hermanas Micaela y Teodora Ginés, negras libertas originarias de Santo Domingo; pero historiadores como Alberto Muguercia y Danilo Orozco consideran equivocada tal afirmación. No obstante, en esa pieza, reproducida por Matóns en 1893, hay características del género musical cubano, como el diálogo entre solista y coro.
Aunque tiene elementos de música bantú y española, el origen del son se vincula más al changüí. En 1892, el tresista baracoense Nené Manfugás, de ascendencia haitiana, lo llevó del campo a los carnavales santiagueros. A La Habana llegó alrededor de 1909. El “Cuarteto Oriental”, creado en 1916 y que en 1918 se convirtió en el “Sexteto Habanero”, estableció el formato de las bandas de son, que se popularizó a partir de la década del 20, con la radiodifusión comercial.
En esa época, Ignacio Piñeiro —entre los principales representantes del son y fundador del “Septeto Nacional, — creó “Échale salsita”, primera vez que se usó la palabra salsa para denominar la música cubana. Si bien aún es interpretado por agrupaciones tradicionales en Cuba, Perú, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Estados Unidos y República Dominicana, en su evolución el son dio origen a otros géneros: el son montuno, el mambo y la salsa.
En sus inicios los grupos soneros utilizaban como instrumentos un tres cubano (especie de guitarra de tres pares de cuerdas), un bongó, maracas, claves y una marímbula, que más tarde fue sustituida por el contrabajo. La guitarra y la trompeta se añadieron en 1927, y se formaron los septetos de son.
Destacan como soneros cubanos, entre otros, Miguel Matamoros, Ñico Saquito, Compay Segundo, Ibrahim Ferrer Planas, Pacho Alonso, Arsenio Rodríguez, Celia Cruz, Benny Moré, Ismael Rivera, Faustino Oramas “El Guayabero", Dúo Los Compadres, Roberto Faz y Miguelito Cuní.
Fuentes:
- Revista especial “Tropicana, un paraíso bajo las estrellas”,
editada por el grupo hotelero Gran Caribe,
con motivo del aniversario 60 de la institución.Por Nancy Pérez Medina
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