FRUKO: EL SECRETO DEL SABOR - Homenaje a Julio Ernesto Estrada
FRUKO: EL SECRETO DEL SABOR
En las polvorientas memorias de la historia de la música caribeña
nacional existen nombres que se llegaron a convertir en símbolos,
sinónimos, fieles reflejos de fenómenos socioculturales. Personajes que
gracias a su invaluable legado, juiciosamente construido a lo largo de
años de constante y disciplinado trabajo, adquirieron la calidad de
referentes de un país hasta en los más recónditos e inimaginables
rincones del planeta. Ídolos, artífices aventajados, héroes de barrio
cuyo principal poder fue su talento innato y adelantada visión para
escribir páginas gloriosas de nuestra historia urbana. Entre estos
artistas hay uno en particular cuya sola mención evoca un periodo, un
boom, nos conduce a tararear inconscientemente una canción, a reproducir
en la mente las imágenes de figuras legendarias, a recordar el logo de
una compañía musical que se convirtió en pionera de nuestra industria
fonográfica, pero sobre todo, a erigirlo como uno de los máximos
exponentes (si no el más grande) de la salsa en Colombia.
Para la mayoría, el nombre de Julio Ernesto Estrada Rincón no dice
mucho. Quizá sea reconocido por expertos, coleccionistas y melómanos,
mas no ocurre lo mismo con el radioyente casual, el salsero aficionado y
el bailador. En cambio, si decimos Fruko, la cosa cambia, porque
entendemos que se trata de una genuina leyenda viva de la música
tropical colombiana.
Este texto no pretende otra cosa
diferente a recordar hoy, el día de su cumpleaños, esa figura bonachona,
tan sencilla como talentosa, a la que tanto le debe el género caribeño
criollo. Tratar de brindar, a vuelo de pájaro, una corta semblanza del
hombre y del músico, haciendo especial énfasis en su recorrido con Los
Tesos, ya que ahondar en toda su vida artística requeriría de un escrito
extenso y profundo, obra biográfica que aún no se ha escrito, o por lo
menos no conozco.
Más de cinco décadas han
transcurrido desde que el hijo de Baudilio Estrada y Alicia Rincón
empezó a sentir el llamado de la música, pasión y virtud que heredó de
su abuelo cubano Luis Felipe Rincón, quien llegó a Medellín cuando se
construía el túnel ferroviario de la Quiebra; desde que sus tíos ponían a
sonar los discos que eran éxitos en Radio Ondina; desde que escuchó la
música sabrosa que retumbaba en las juergas nocturnas del Cumaná, el
rumbeadero frente a su casa en el barrio Naranjal de la capital de la
montaña; desde que le compró esa flauta metálica al compositor
Crescencio Salcedo y empezó a soplar desafinadas notas de las cumbias y
porros de moda en ese entonces; desde que doña Rosa de la Parra, su
abuela española, lo recriminaba continuamente porque escuchaba “música
para negros”; desde que le negaron el ingreso al colegio por rebelde y
buscapleitos; desde que inició labores en Discos Fuentes con sus tíos
Mario, Jairo y Jaime Rincón; desde que hizo estudios de solfeo, armonía y
dictado en la escuela Virgilio Pineda con los maestros Manuel
Cervantes, Juancho Vargas y Julio García.
El pequeño Julio
Ernesto estaba predestinado a triunfar y la fortuna fue benévola con sus
sueños. Siendo apenas un niño empezó a trabajar de mandadero en la
próspera compañía fonográfica paisa, llevándoles el almuerzo a sus tíos y
demás empleados, y después como utilero cargando y acomodando
micrófonos, cables, atriles e instrumentos musicales en el estudio.
Joselito (como le decían) ya se sentía en su salsa, en el medio que le
gustaba, afinando el oído con los instrumentos de percusión, aprendiendo
empíricamente los secretos y técnicas de grabación en estudio, y
conociendo las grandes figuras del concierto caribeño como Daniel Santos
y Miguelito Valdés, entre muchas otras.
Pronto, se ganó la
confianza y admiración de don Antonio Fuentes, acaso el pionero genio de
la música tropical colombiana, quien reconociendo su inmenso potencial
tomó la decisión, inicialmente, de dejarlo grabar a las agrupaciones
novatas, y más adelante a sus estrellas incluyendo a los consentidos
Corraleros de Majagual, que a la postre terminó convirtiéndose en la
banda con la que debutó como músico, en 1965, ejecutando el timbal.
En sus correrías con la banda de Eliseo Herrera, Calixto Ochoa y
Alfredo Gutiérrez por Venezuela, sintió la urgente necesidad de empezar a
grabar salsa brava en Colombia como la que estaban haciendo los
artistas Fania en Nueva York, El Gran Combo en Puerto Rico, Ray Pérez y
Tabaco en Venezuela. Si bien en el país algunos artistas habían hecho
algunos temas salseros, aun no existía identidad, carecíamos de una
agrupación que despuntara, que pegara fuerte, que tomara la batuta como
representante de la salsa en el país, que fuera la primera “gran”
orquesta de salsa colombiana. Así fue que nació la idea, la genial idea
de Fruko.
La anécdota sobre la forma como adoptó el nombre
artístico la ha repetido incansablemente en entrevistas, siempre con una
amplia y amable sonrisa: “En la época cuando tenía 12 o 13 años, en los
Altos del Hotel Nutibara había un anuncio de la fábrica de conservas de
Fruco. Una muñequita que prendía y apagaba, y entonces los amigos allá,
Lisandro Meza, Mario Londoño, Pedro Nel Isaza, en el estudio, unos
músicos, decidieron bautizarme, ponerme el alias, ‘ese se parece a
Fruco’ ”.
Su ópera prima con Los Tesos data de 1970, cuando
graba “Tesura” con la primera voz oficial del grupo: Humberto Muriel
González, “Huango”. Esta producción, descrita por Fruko como
“experimental”, sirvió para que se moldeara el estilo, sonido y
conformación de la banda. Habida cuenta de que solo se lanzaron 400
copias al mercado, no fue un producto que le representó ganancias a la
compañía ni al naciente director musical, pero definitivamente fue el
punto de partida de una exitosa carrera. Actualmente el disco, por su
limitado número de ejemplares disponibles en buen estado, se ha
convertido en una apetecida pieza de colección por la que se cobran
sumas escandalosas, especialmente en el exterior (Estados Unidos, Europa
y Japón), adonde ha llegado gran parte de estas ediciones.
Para el segundo álbum contaron con la participación de Edulfamit Molina
Díaz “Píper Pimienta”, que venía de Los Supremos. El disco vio la luz
en 1972 y se tituló “A la memoria del muerto”, y si bien no contó con
la recepción esperada, puede ser quizá uno de los mejores en cuanto a
calidad artística. La carátula del LP muestra a Fruko (inyectándose en
uno de sus brazos) y su cantante sentados en un cementerio, con
coloridas camisas africanas y pintas de hippies, poniéndose a tono con
la revolución juvenil del momento, escena escandalosa para una sociedad
que deglutía difícil y lentamente este tipo de tendencias foráneas, al
punto que en el momento de hacer las fotografías, la policía los sacó
del campo santo por considerarlo inmoral. La canción “A la memoria del
muerto” fue el primer éxito en Colombia y “La fruta Bomba” pegó fuerte
en países como Panamá, Venezuela y Cuba. Fruko y sus Tesos ya había
despegado.
Posteriormente llegaron las dos voces más queridas
y recordadas de la legendaria orquesta: Álvaro José “Joe” Arroyo
González, de Cartagena y Wilson Manyoma “Saoko”, de Cali. El primero
debutó en el disco “El Bueno” (1972), cargado de covers de Nelson y sus
Estrellas, Richie Ray y clásicos de la música cubana; el segundo, en
“Ayunando”, de 1973, por la línea del anterior LP, de donde se
destacaron la canción “Tú sufrirás”, de Saoko, y “Mosaico Santero”, un
popurrí de canciones de Celina & Reutilio muy bien arreglado, e
interpretado por Joe Arroyo. Pero indudablemente el gran éxito fue “el
ausente”, que se posicionó muy fuerte en emisoras y discotecas a nivel
nacional. Ese mismo año se produjo “El Violento”, cuyos cortes “Tronco
Seco” y “Nadando” se volvieron hits.
1974 arribó con el buen
LP “El Caminante”, cuyos éxitos los aportó la voz de Joe Arroyo: la
nueva versión de “El Caminante”, tema originalmente interpretado por el
cubano Roberto Torres; “Tania”, declaración de amor del cartagenero a su
pequeña hija, tema que se convirtió en clásico instantáneo del rico
repertorio salsoso de Colombia; y “El Árbol”, composición de Isaac
Villanueva.
La consagración definitiva llegó con el disco “El
Grande”, de 1975, una verdadera joya de principio a fin. Todos sus
cortes fueron éxitos rotundos. Recordamos “Manyoma”, “Flores
Silvestres”, “Los Charcos”, “Confundido”, y la canción que le dio la
vuelta al mundo y que hoy, 38 años después de haber sido estrenada,
continúa siendo la marca registrada de la salsa colombiana y no deja de
sonar en emisoras y bailaderos: “El Preso”. Composición de Álvaro
Velásquez, “El Preso” nació del drama de un amigo suyo condenado en
Canadá por tráfico de drogas. La música, adaptada de un vallenato, se
llevó al formato de salsa gracias a los arreglos de Luis Carlos Montoya y
la colaboración de todo el grupo que aportaba sus ideas en el estudio
de grabación.
Hasta la fecha ha sido el mayor de los éxitos de
su carrera, representó la entrada por la puerta grande al exigente
mercado latino de la música caribeña y llegó a ser considerado himno de
la salsa a nivel mundial. Fruko había dado el batacazo de su vida y se
había ganado merecidamente y a pulso, un lugar destacado dentro de las
estrellas del género, tanto así que fue invitado a tocar en el Madison
Square Garden de Nueva York para que alternara con luminarias como la
Fania All Stars, la Dimensión Latina, Wilfrido Vargas y el Conjunto
Libre, proeza que solo había logrado una colombiana, la baladista
Claudia de Colombia.
Su siguiente álbum fue El Bárbaro (1976),
que puso a sonar “El negro chombo”, tema especialmente compuesto por
Fruko para que lo interpretara Joe Arroyo, ya que era dedicado a su
padre que lo abandonó. En 1977 salió El Patillero, con dos temas
destacados: “Los Patulekos”, cantado por Joe, y “El Patillero”, del
compositor Roberto Solano, en la voz de Saoko, de tremendo impacto en
Panamá. 1978 nos regaló El Cocinero Mayor, brillante producción en la
que Joe inmortalizó la canción que dio título al álbum, Saoko pegó “El
árbol” y el invitado especial de la grabación, la histórica voz de la
Sonora Matancera Celio González, aportó una memorable pieza, “La
Borincana” (también de Roberto Solano), que inicialmente se iba a llamar
“Bogotana” pero la productora quiso internacionalizarla y la letra se
adaptó a Puerto Rico. En 1979 el turno fue para El Teso, donde Joe
impuso “Catalina del Mar”.
Durante la década de los ochenta
produjo siete álbumes, no con la misma fuerza ni éxito de los
anteriores, fusiones de ritmos caribeños que tomaban rumbos distintos a
lo que la banda había acostumbrado a su público, pero no por eso
carentes de calidad artística: “El Espectacular” (1980); “El Mejor”
(1981), donde regresó transitoriamente Píper Pimienta a reemplazar a Joe
que había lanzado su primera producción como solista; “El Genio”
(1982), donde vuelve Joe Arroyo en su última grabación con Fruko y con
el debut de un jovencito Juan Carlos Coronel; “El Salsero Mayor” (1983),
con las voces nuevas de May González y John Jairo Murillo, y la
inclusión especial de la India Meliyará en el corte “Amigo”; “El
Magnífico” (1985), en el que Joseíto Martínez hace su aparición;
“Contento” (1987), nuevamente con Martínez y la participación especial
del bolerista cubano Orlando Contreras; y “El Padrino de la Salsa”
(1989), con Willie Calderón como nuevo intérprete. Wilson Saoko estuvo
presente en las anteriores producciones, a excepción de “Contento”.
El decenio de los noventa llegó con un interesante proyecto: hacer
cuatro álbumes que rescataran lo mejor del cancionero caribeño por
ritmos, especialmente dedicados a la música cubana y a sus inmortales
figuras. La idea se materializó en 1993 con el estrenó del álbum
“Mambos”, que recordó la música dorada de Pérez Prado y del “Bárbaro del
ritmo”. La era de Los Tesos había culminado e iniciaba la de Fruko
& Orquesta. El disco contó con la participación de los cantantes
Antonio González y Johnny Moré. El año siguiente lanzó los otros tres
discos: “Pachangas”, cuyo repertorio incluía éxitos de Joe Cuba, Joe
Quijano, Richie Ray y La Plata Sextet. Además de González y Moré,
cantaron Óscar Quesada y Robin Espejo; “Sones y Montunos”, con el
retorno de Wilson Saoko y el debut de “Chucho” Nuncira quienes
remembraron joyas del Trío Matamoros, Tito Puente, Ñico Saquito e
Ignacio Piñeiro; y “Guarachas, Guajiras y Boleros”, en donde repitieron
Saoko y Nuncira, esta vez cantando clásicos de Rafael Hernández, Arsenio
Rodríguez, Portabales, Miguel Matamoros y Joseíto Fernández.
El reinado del acetato había llegado a su fin y sus próximas
producciones solo saldrían en CD. Las nuevas tendencias musicales
foráneas, la fiebre del merengue, el auge de la salsa romántica-erótica y
la piratería estaban pasando factura al boom de la salsa brava. Las
ventas de los discos habían caído estruendosamente y los tiempos eran
difíciles para la industria. Sin embargo, Fruko continuó grabando y
lanzaría varias producciones más: “Esto Sí es Salsa de Verdad” (1999),
“Power Salsa” (2000), “Somos Salsa (We Are Salsa): Latin Treasures In
Hard Salsa” (2002), “Pa’ Gozá Con Fruko” (2003), “La Máquina del Sabor”
(2004), y “Fruko Power” (2006), producciones donde presentó las voces de
Delfo Barrientos, Álvaro Pava, el panameño Gabino Pampini, Daniel
Silva, Luis Moyano, Morist Jiménez, Harold Pálaez, Luis Moreno, la
cubana Raquel Zozaya y el “Faraón” Óscar De León.
Hay tres
álbumes que por lo general no aparecen en su discografía pero que
merecen ser tenidos en cuenta: “Oriza”, de 1971, en el que además de
Fruko incluyeron temas de otras orquestas como Ralph Roig, Dee Jay,
Louie Ramírez y Félix Caraballo, en donde se compilaron números grabados
con Píper Pimienta pero que únicamente salieron al mercado en discos de
45 r.p.m: Oriza, Yo No Vuelvo A Querer, Dame Un Break, La Chica Del
Barrio Obrero, y Algo Pa’ Gozá; “Fuentes All Stars” (1975), de artistas
varios, que compila otros números extraviados en los pequeños discos de
45: No Me Dejan Quererte, Entre Marido y Mujer, y Negra Del Campo; y
“Full Salsa Para Gente Rumbera Vol.1” (1976), disco raro que contiene
una canción por cada lado (Full Salsa 1ª Parte y 2ª Parte), suerte de
sesión improvisada. Más recientemente, Discos Fuentes editó el LP de Joe
Arroyo, “La Voz, Bolero y Salsa”, que incluye 10 cortes, algunos
inéditos, del cartagenero con Fruko Y Sus Tesos: Canta Mi Corazón,
Caifaz, Y Cuando, La Lotería, Volvió A Mentir, Ayúdala Por Favor,
Sentencia China, Pa´Borinquen, Congo, y Volver A Empezar.
Además de Los Tesos, su carrera se extiende a otras agrupaciones como
los Corraleros de Majagual, Los Diplomáticos, The Latin Brothers, La
Sonora Dinamita, Afrosound, Wganda Kenya, Banda La Bocana, Los Tupamaros
y La Sonora Carruseles. Con más de 48 años de vida artística, un olfato
agudo para descubrir nuevos talentos, ejecutor de 25 instrumentos
musicales, más de 42 álbumes, 8.000 grabaciones como compositor, músico,
director de orquesta, arreglista, ingeniero de sonido o productor,
giras por alrededor de 70 países y 250 ciudades, premio de la revista
Record World a mejor orquesta tropical de América, indudablemente Fruko
es el más grande de Colombia.
Julio Ernesto Estrada no
fue el primero en hacer salsa en el país, eso es algo que está lo
suficientemente claro, pero sí fue el primer colombiano que alcanzó la
gloria gracias a este ritmo y la internacionalizó. Por eso resulta
lamentable que algunos “eruditos” se empeñen en mirar con displicencia y
mezquina prevención el trabajo del paisa por cuestiones regionalistas.
En cierta ocasión, un reputado coleccionista costeño dijo “Qué va, antes
de Fruko estuvo Roberto de la Barrera y Michi Sarmiento, la salsa
colombiana nació fue en la costa”, lo cual puede ser cierto, pero con el
respeto que se merecen estos dos artistas planteo el interrogante:
¿Ellos también alcanzaron el éxito y reconocimiento que obtuvo Fruko a
nivel mundial? Ese es el punto.
Antes de Fruko escuchamos
guarachas de la Sonora Dinamita, danzones y guajiras de Lucho Bermúdez,
salsa al peculiar estilo de Aníbal Velásquez y Chico Cervantes, los
mismos Corraleros de Majagual hicieron “Quemando”, Pedro Laza grabó con
Daniel Santos, René Grand puso a sonar “Mambo Cool”, en fin, el
movimiento ya se había iniciado, pero Fruko fue quien se consolidó como
el abanderado de la salsa de Colombia en el exterior.
Hoy, 7 de
julio de 2013, a 62 años de su nacimiento, quiero rendirle un sencillo
homenaje al hombre que cimentó las bases para que Colombia trazara el
sendero del éxito en el mundo de la salsa, reconocimiento que
inconcebiblemente está en mora de hacerse por parte de sus colegas, de
sus compañeros de época, de la casa disquera que en gran parte vio
incrementar sus utilidades gracias a su extraordinario talento, de un
país que históricamente ha padecido amnesia e ingratitud con sus
luminarias.
Feliz cumpleaños maestro Fruko. Solo nos resta decirle: gracias por tanta tesura
Por: John Jairo Usme
.
Desde Peru solo q me queda agregar q es muy cierto el reconocimiento q hace el sr. John Jairo al maestro Fruko, x q si la salsa colombiana se internacionalizo y se hizo conocida fue gracias a Julio E. Estrada quien con su calidad y sapiencia nos deleito y noshizo gozar a muchos tanto en Colombi como en otros paises q gustan de la salsa. Saludos a los amigos salseros en Colombia y un carino especial al maestro Fruko, hasta pronto.
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