El triste final de Héctor Lavoe
El Búho dcie que los salseros del mundo lloraron y convirtieron en un mito al “Cantante de los cantantes”.
Una de las grandes tragedias en la historia de la salsa fue, sin duda, la muerte de
Héctor Lavoe.
Este ícono popular partió al cielo un 29 de junio de hace 19 años,
“triste, vacío, sin dinero ni amigos” a la temprana edad de 46 abriles.
El colega
Eloy Jáuregui lo recuerda como un tenor
de esquina, un virtuoso de la improvisación, de voz peculiar y
desafiante. Héctor Juan Pérez Martínez vio la luz un 30 de setiembre de
1946, en el pueblo de Ponce, en Puerto Rico. La temprana muerte de su
madre Leslie “Pachita” Martínez, aficionada a la música, marcó su vida
de forma definitiva cuando aún era un niño.
A los 14, junto a diez amigos de su barrio, empezó a cantar y tres
años más tarde decidió viajar a Estados Unidos, llegando a la casa de un
familiar en el “Bronx”, donde fue corista y maraquero de algunas
orquestas. Johnny Pacheco, propietario del sello “Fania Records”, le
presentó a Willie Colón, quien lo jaló a su banda, “The bad boys” (“Los
chicos malos”). Ambos grabaron éxitos como “Cheché colé”,“Todo tiene su
final” y “La murga”.
Pero la vida desordenada, el alcohol, las mujeres y las drogas
fueron una constante en su existencia. Más tarde grabó “Periódico de
ayer”, “Mi gente”, “El rey de la puntualidad”, “Juanito alimaña” y el
famoso “El cantante”, tema compuesto por Rubén Blades que lo llevó a la
cumbre y lo transformó en leyenda viviente.
Ingreso al túnel del tiempo. 1986. Feria del Hogar, en la avenida La
Marina. Luis Delgado Aparicio presenta a Héctor, vestido con un
pantalón blanco y una polera azulina. “Nosotros somos buenos
compañeros/con mucho gusto le vamos a presentar/a un cantante que lo
hemos coronado/como el rey de la puntualidad”. El público enloqueció.
Jamás pensó que un año después sería asesinado su hermano Luis Ángel y
luego correría igual suerte su suegra, que un paro cardíaco acabaría con
la vida de su padre y que su adorado hijo Tito falleciera por un
disparo accidental.
Estos hechos trágicos lo volvieron loco de dolor. Se hundió más en
el mundo de las drogas y un domingo de 1988 se lanzó del octavo piso de
un edificio en Puerto Rico, quedando muy malherido e incapacitado para
cantar.
Sus últimos días fueron penosos. Fue una agonía lenta. El peruano
Hugo Abele, el empresario que lo trajo a nuestro país para que cante y
lo alojó en su vivienda, lo visitó un mes antes de su muerte en el
cuartucho lleno de ratas y pericotes de Nueva York, donde padecía sus
días. Lo que vio era terrible: Su amigo, víctima de la depresión y las
complicaciones en su salud por el Sida, yacía sobre un colchón sucio
donde había defecado y nadie lo limpiaba.
Su esposa, Nilda “Puchi” Román, lo había abandonado justo en esos
momentos, cuando más la necesitaba. Lavoe, que había producido tanto
dinero con sus éxitos, estaba sumido en la más completa pobreza y
soledad. Daba lástima verlo. Lo llevaron al hospital para que sea
atendido. Cuando finalmente murió en el Memorial Hospital de Queens, la
enfermera lo encontró en la misma situación que lo halló el “Gordo”
Abele.
La fama y el éxito son efímeros. Los salseros del mundo lloraron y
convirtieron en un mito al “Cantante de los cantantes”. En el Callao es
como un Dios. Su vida siempre fue polémica y parte de su tragedia es
reflejada en la película que hicieron Marc Anthony y Jennifer López.
Apago el televisor.