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viernes, 15 de abril de 2016

HOMENAJE A CHEO FELICIANO por Cesar Pagano del Tiempo



HOMENAJE A CHEO FELICIANO

por Cesar Pagano
El Tiempo.com




José Luis Feliciano Vega nació en Ponce (Puerto Rico) el 3 de julio de 1935. Estudió tres años de solfeo y música en la Escuela Libre de Música, con la intención de estudiar trombón. El instrumento solo llegó cuando su padre le informó que tenían que irse a Nueva York a mejorar la vida familiar.

Tito Rodríguez tuvo que ver con su inicio como cantante

Y quizás antes de ser cantante, porque yo siempre fui un gran admirador de Tito y siendo niño –cuando la familia se mudó de Puerto Rico a Nueva York–, por mis escasos recursos, me ideé la manera de estar en todos los espectáculos que me interesaban, trabajando como utilero y cargamaletas de las mejores orquestas y artistas.
Al cabo de un tiempo, Tito me dio la oportunidad de cantar ante un público con su orquesta en el Palladium. Más adelante, cuando se abre un espacio vacante, al irse Willie Torres del Sexteto de Joe Cuba en 1957, Tito Rodríguez me recomendó como cantante.

1957 es una fecha memorable para mí, porque el mismo día que hice mi debut formal con Joe Cuba, fue la misma noche que me casé con mi mujer Coco (Socorro Prieto León). Después de la ceremonia nos fuimos con las maletas y todo, no para la luna de miel, sino para actuar con Joe Cuba. Después de dos presentaciones pudimos emprender nuestro viaje de recién casados.

¿Cuáles fueron sus primeras grabaciones exitosas?

Me parece que el primer 'long play' se titulaba en inglés 'Chachas to Soft Savage Beast' (Chachás para amansar la bestia salvaje) y que tenía un tema que titularon 'Cara sucia' o 'Carita sucia' y otro 'El botecito'. Pero aunque se grabó en 1959, el grupo tardó cuatro años en explotar y fue con el segundo 'long play', donde estaba una pachanga muy rítmica que tanto gustó por acá: “A la seis es la cita, no te olvides de ir...” Ese fue nuestro pasaporte y nos trajo mucho trabajo no solo en Nueva York, sino que comenzamos a ir a California, Ohio y llegamos a Puerto Rico.

¿Ustedes son pioneros de lo que ahora se llama salsa, junto con Charlie Palmieri y Johnny Pacheco con la Duboney Orquesta?

Sí existía esa charanga, pero antes estaban establecidas otras orquestas : Tito Puente, Tito Rodríguez, Machito...

¿Qué viene después?

Yo continué con el Sexteto prácticamente diez años y fue creciendo el aprecio del público hasta el punto de que éramos el grupo número uno y sobrepasamos en fanaticada a los que fueron nuestros maestros. El secreto estaba en que éramos un grupo diferente y mientras las orquestas tenían trompetas, saxofones y trombones, nosotros teníamos, como el alma del grupo, la instrumentación en el vibráfono. Este brindaba un sonido singular aparte de que era un grupo tremendo, muy rítmico, muy dinámico, muy alegre. Nuestro ritmo invitaba a gozar y bailar.

¿Quiénes fueron los compositores del repertorio del Sexteto de Joe Cuba?

Nosotros mismos hacíamos los temas. Por ejemplo, la pachanga 'A las seis' la escribió Jimmy Sabater, timbalero del grupo. 'El hueso' también lo escribió él. 'Rosalía' fue de Julio Cordero, que era el bajista. Mucho del material que grabamos lo hacíamos por colaboración entre todos nosotros. Yo aprendí a escribir sin ayuda de nadie e hice más de veinte temas, entre ellos el bolero 'Cómo rien', 'Quieres volve'r y uno que permanece por ahí, que es 'El ratón'. Este tema nació conmigo prácticamente cuando comencé a cantar con Joe Cuba. 'El tapón' es la continuación. Si por mí llueve es posterior, con otro grupo.

El ratón es un concepto, se trata de seres humanos proyectados en animales, que equivale a ‘un sapo’. Es una persona chismosa, que lleva y trae y causa líos. Hubo una situación en nuestro Sexteto, donde una mujer de algún músico nos mantenía en agua caliente, mejor en candela, por ella surgieron problemas continuos. No quise identificar directamente a la persona, por eso le cambie de femenina a masculino y lo plantee con humor... el gato yo y la gata es mi mujer.

Van tres versiones grabadas, ¿tiene más?

Grabé la original con Joe Cuba, más adelante la grabé en un concierto en el Yankee Stadium con Las Estrellas de Fania, donde Jorge Santana hace un solo allí en la película 'Nuestra cosa latina' y más adelante en el concierto donde yo celebré mis 25 años en el Centro de Bellas Artes de San Juan. (En los años 90, Cheo grabó otra versión cuando visitó Cuba).

¿Por qué dejó a Joe Cuba?

Yo dejé el grupo por el año 1965 o 66, porque yo quería seguir mi propio destino, buscar mi propia estrella. En la época en que estuve con Joe Cuba nunca recibí el crédito que pretende todo cantante. Yo no aspiraba a ser la superestrella, ni tener el supernombre, pero sí quería algún crédito que nunca Joe Cuba me dio. Me despedí amistosamente y seguí mi rumbo.

Ya solo, me presenté en muchos salones como solista y me acompañaron diferentes orquestas, entre ellas: Ricardo Ray, Tito Puente, Machito y otras más.

Pasaron dos años, cuando Eddie Palmieri me ofreció la oportunidad para cantar con su Orquesta de manera permanente, alternando con su cantante Ismael Quintana y acepté, porque Eddie me ofreció el crédito que yo pretendía. Eddie me dio eso y mucho más.

Ahí grabé 'Busca lo tuyo', en el disco Champagne, y también escribí algunos temas como 'Ay qué rico' y otro que ha gustado más: 'Palo de mango'.




¡Eso es salsa ecológica!

Continué por mi cuenta haciendo mis presentaciones como solista y me siguieron acompañando varios, pero ya yo venía con el problema de la adicción a las drogas hacía bastante tiempo. Empecé a llegar tarde y a faltar por buscar el material ese desesperado.

¿Por qué cae en el problema de las drogas?

Yo viví por muchos años en lo que se llama El Barrio en Nueva York, calle 110 y 5ta. Avenida en el Alto Manhattan, que lo puso en la historia el gran Noro Morales. Cuando sucedió este fenómeno de las drogas, nadie sabía de los riesgos que traían y no era un problema nacional. Nos lo presentaron como algo nuevo, de moda. Te vas sentir bien y vas a cantar mejor, ¡esto es chévere! ¡Qué nota! Y te pone bien sabroso. Nadie sabía de las drogas más fuertes, solo se conocía la marihuana, que se fumaba y no se le prestó mucha importancia. Sobre las otras drogas no hubo una advertencia de peligro. Quizás yo no hubiera entrado y caído si alguien me hubiera prevenido. Mi problema mayor, como el de cientos de miles de personas, fue el de la heroína, que es la madre de las drogas. Por eso yo le aconsejo a la juventud que ni siquiera comiencen probando la marihuana, porque uno va escalando. La marihuana es la más débil y aceptada de todas esas substancias. Ya había cocaína en grado muy bajo pues no era fácil conseguirla. De ahí uno sigue escalando, buscando estímulos más fuertes y llegamos casi a perdernos.



¿Cuánto tiempo estuvo en la droga?

Jugando con el sí y con el no de mis principios, al comienzo yo la usaba solo los sábados para las fiestas. Después pasó de viernes a sábado y después de sábado a domingo, hasta que te coge ventaja y ya la usaba toda la semana... ya dependía de ella. Fueron quince años, digamos la mitad del tiempo más pasivo. Cuando estuve trabajando con Eddie Palmieri, yo ya estaba muy adentro. Eddie trató de ayudarme, incluso cuando íbamos a grabar el disco Champagne, me invitó de esta manera: vente a mi casa en Long Island, vamos a hablar con Coco tu mujer, que vas a producir este disco y te quedas tres días... en un ambiente campestre para que vayas calmando tu mente y saliendo poco a poco.

Traté y estuve los tres días, pero me estaba volviendo loco porque no tenía la droga... regresé a Nueva York y volví a lo mismo.

Para finales de 1969 fui a Puerto Rico con la Orquesta de Francisco Kako Bastard, quien me había orientado bastante en este asunto de la percusión antes de cantar. Cada dólar que ganaba se fue por las venas. Todo lo que cobraba se lo echaba a mi cuerpo y jamás le envié un solo dólar a mi familia

Me quedé en Puerto Rico dos meses más y llegué a lo más bajo de un ser humano. Anduve por la calles, sin bañarme, sin afeitarme, pidiendo monedas por la calle para conseguir la dosis de droga... la gente se cruzaba la calle al verme de lejos y me evitaban. Llegó al punto que al verme al espejo, vi mi propia realidad y ya lo que quedaba era morirme o echar pa’lante.

Entonces fui a una institución recientemente fundada, que se llama Hogares Crea. Estuve tres años y recibía las visitas continuas de Tite Curet Alonso. Cuando me sentí listo, recibí mi certificado de reeducación, y firmé el contrato con Jerry Masucci para hacer el disco donde está el éxito 'Anacaona', que marcó mi regreso y en él colaboraron Bobby Valentín y Nick Jímenez, con los arreglos.

Le pedí permiso al director de Hogares Crea para ir a grabar a Nueva York. No era obligación, pero era una cuestión de ética moral, y me comprometí a regresar, porque uno debe dar un poco de lo que ha recibido. Yo tenía que regresar para llevar a cabo responsabilidades dentro de la institución, para enseñar de lo recibido a los que viniesen después.




¿Fue un problema de los puertorriqueños que entraran a la droga?

El latino en general y el puertorriqueño en particular, cuando vive en una ciudad como Nueva York, estábamos totalmente desorientados... no teníamos identidad ni orientación, íbamos a hacer trabajos de obreros y no había un alma de pueblo que uniese a todos. Estábamos dispersos, regados y a veces enfrentados. Los jóvenes nos uníamos frente a otros grupos de inmigrantes: italianos, cubanos, blancos, negros, minorías, pero todos desubicados.

Cuando llegaron las drogas, nos agarró por el medio a nosotros, sin información ni orientación. El elemento de la calle, como era Ismael Rivera, como era yo, como éramos tantos, algunos se salvaron porque estaban más apegados a la familia, nosotros como aventureros pasamos por toda esta jodienda. Nos hizo mucho daño la incomunicación con Puerto Rico.

¿A Ismael Rivera lo rechazaron en Puerto Rico por la droga?

Según me rechazaron también a mí, la gente nos ve como a un cáncer social, porque estamos poniendo en peligro hasta la vida de nuestros hijos.

Hay otro enfoque: somos artistas y mucha de la fanaticada tiende a emular o imitar lo que hace el artista. Con la poca conciencia de lo que estábamos haciendo y estando bajo la nota de la droga estábamos estimulando a formar nuevos drogadictos, así como el ácido lo hace con las estrellas del rock, que venden con sus gestos y maneras el uso de la droga.

Ese rechazo ayudó a que hubiera el cambio necesario en nosotros, era una forma de obligarnos a mirarnos en el espejo. Eso pasó conmigo.



Ismael Rivera fue a la cárcel por droga, no sé si estuvo tres o cinco años. Ismael era el alma del grupo de Cortijo: eran Cortijo e Ismael. Cortijo con su ritmo, con su percusión, con sus composiciones; Ismael era la imagen, el alma, la alegría adelante, era la voz de todo ese grupo sensacional y eran los embajadores de nuestra música autóctona. La bomba y la plena. Al apagarse la voz por cinco años, Cortijo, aunque trajo a otros cantantes, perdió popularidad, porque esa voz era el 50 por ciento del espectáculo. Moralmente eso le hizo mucho daño a Cortijo, siendo el gran pionero. Hubo momentos en que Cortijo estuvo mendigando trabajo en la calle... fueron muchas las veladas que estuvimos compartiendo penas. Mi hermano, mi amigo Tite Curet vivió todo ese sufrimiento.

Eso fue en lo musical, porque nadie sabía que Cortijo venía sufriendo de un cáncer del páncreas y fue lo que causó su muerte. Debemos decir que fue por razones físicas, pero ya espiritualmente él había muerto también, pues después de haber dado tanto, era dramático que su propia gente lo echara a un lado.

Justamente cuando yo cumplía 25 años en la música y mi esposa y yo cumplimos los 25 años de casados, en ese propio fin de semana Rafael (Cortijo) murió el 3 de octubre y mi aniversario de matrimonio era el 5. No se podía celebrar nada. Además, yo era el padrino de los hijos de Cortijo. Como Rafael murió en condiciones económicas muy precarias, nos propusimos hacerle un tributo con el fin de recaudar fondos para asegurar el futuro de sus hijos. Se demoró año y medio la preparación, pero el homenaje se hizo en el Coliseo Roberto Clemente. Todas las orquestas de Puerto Rico trabajaron gratuitamente y artistas de Nueva York, como Rubén Blades, Willie Colón y muchos más vinieron a Puerto Rico para ese homenaje. Se recaudaron 65.000 dólares que los pusimos en una cuenta bancaria. Mi celebración tuvo que esperar y fue después con una gran orquesta, cuando se filmó con un video y lo llamamos 25 años de sentimiento.

¿Por qué ha reducido su orquesta a grupo pequeño?

Mucha gente me preguntaba: ‘¿Cheo, cuándo te volveremos a oír con el Sexteto? Esa pregunta me la hacían en todas partes, de manera que me dije: ‘Vamos a ensayar otra vez. Cuando regreso, después del tratamiento, lo hicimos con un Sexteto emulando el de Joe Cuba y fue efectivo. Desde 1973, estamos promoviendo el long play Como tú lo pediste, por tantos años de la gente con ese clamor.



¿La salsa se ha debilitado, ya no vive en un apogeo?

En Puerto Rico, la salsa está retomando su lugar, después de sufrir el fenómeno del auge del merengue, que llegó a tener 36 orquestas de merengue. No es que yo sea antimerengue, lo que pasa es que yo más bien soy prosalsa. En Puerto Rico, se hace la salsa con una profusión de orquestas que animan las fiestas patronales en 78 municipios y nunca se celebran el mismo día, además que en todos los pueblos hay salones para bailar, de manera que hay mucho trabajo para todas las orquestas.

Pero hay otro pueblo que es muy salsero y lo puedo decir porque he estado en Cali varias veces, aunque yo también admiro a Panamá que se la goza bastante, pero cuando veo le gente bailando toda en Cali y sus eventos durante el año, debo decir que es Cali la capital de la salsa. En Puerto Rico se hace la salsa, pero donde más se la goza es en Cali. Así que estamos hechos el uno para el otro.




¿Y Nueva York cómo está para la salsa?

Nueva York fue la meca hace muchos años, cuando yo comenzaba. Era el único sitio del mundo con mas de cincuenta salones para el baile de la salsa, aunque todavía no se le llamaba así. Tú podías escoger entre muchos. Hoy habrá a lo sumo tres o cinco lugares, decayó bastante, por eso muchos músicos nos fuimos a vivir en Puerto Rico, donde estaban las oportunidades de trabajo.

¿Cómo nacen Los Alegre All stars y la Cesta All stars?

Los domingos era un día en que la gente que iba a los bailes se retiraba temprano, a eso de la medianoche y nos quedábamos calientes, con las ganas de seguir tocando. Y además, llegaban los colegas músicos de otros establecimientos en las mismas condiciones y entonces formábamos lo que llamamos 'jam session',donde se tocaba libremente, sin ensayo y amanecíamos tocando. Al Santiago se percató de las buenas sorpresas que dejaban esas noches y nos propuso que grabáramos. Realmente Las Estrella alegres y la Cesta All Stars es lo mismo, lo que sucedió es que Al Santiago le vendió algunas matrices a Joe Quijano y como él tenía su propio sello, Cesta, las grabó así.

¿Como fue la experiencia de la organización para descargar, para improvisar?

Lo bello de la música es que sea espontánea. Para comercializar un disco, se formaliza mucho, se ensaya bastante, se documenta, incluso, se busca la perfección y toda la música no debe ser así. Ese fue el gran secreto, la genialidad de Al Santiago: quien nos invitó y nos advirtió: “Aquí no van guiarse por arreglos, cuando yo les diga van a grabar, ¡arrancan! Y arrancaba el gordo maravilloso de Charlie Palmieri con un montuno y los demás seguíamos creando naturalmente, sin límites y así se hacía todo. Creo que es la forma más linda de hacer música, ahí, en el instante.
En el estudio ya sabes lo que vas a hacer. Estás documentado, ya tienes una música o un arreglo y unos textos. Estás formulado. Ya no hay creación, no hay improvisación y esa es una parte muy importante de la música.

Ese aspecto de la improvisación, de la inspiración, ¿la ha desarrollado concientemente?

Tanta gente que me ha preguntado a mí y a otros de los que laboramos en esta lides: ¿por qué no crean una escuela de soneros? La respuesta es que no se puede enseñar a una persona a ser sonero. Tú naces sonero, aunque no lo sepas en el momento... No hay forma de hacerte cantar o sonear o improvisar si no tienes esa aptitud. Yo no lo había descubierto cuando imitaba a Tito Rodríguez. Yo cantaba lo que cantaba Tito, los soneos que él hacía, yo me los aprendía y los cantaba. Yo no había improvisado nada. Eso ocurrió cuando entré con Joe Cuba y el ambiente y la presión me llevaron a crear, y descubrí que podía inspirar, porque todos lo hacíamos. Y descubrí que conforme uno va haciendo unas cosas, desarrolla otras a la vez, uno aprende a usar algunos trucos de defensa para cantar, de cómo usar el aire y los matices de las medias voces, a evitar los dolores o quedarse corto en los agudos. Uno va ajustándose al trabajo y desarrollando consecuentemente un estilo.


Pues fíjate, desde antes de salir de Puerto Rico, yo recuerdo que cantaba el bolero, o por lo menos lo romántico. Yo imitaba mucho al gran barítono colombiano Carlos Julio Ramirez. Yo trataba de cantar Granada, de Agustín Lara, como la cantaba él... Recuerdo que mi primera manifestación musical fue lo romántico. Eso fue como encerrarse en un cielo enamorado entre nubes. Nunca ha faltado en mi repertorio y ahora mismo planeamos, con los coleccionistas, hacer eventos en las universidades e invitar figuras de Cuba tales como Elena Burke y Fernando Álvarez y de otros países para hacer algo magno, a la altura de las circunstancias, para que prosiga esa belleza del bolero.




En su obra, además de los fiesteros, hay obras con temática social, como ‘Juan Albañil’, ‘Los entierros’ o la misma ‘Anacaona’...

Yo vivía una inquietud, aunque estábamos tocando muy felices cuando estaba con Joe Cuba, sentía que casi todo lo que hacía era muy vano, era música realmente sin cuerpo, sin valor cultural frente a los históricos, como dice Tite Curet, sin crónica de la vida. Hacíamos canciones jocosas, alegres, pero no le veía cuerpo, algo con más mensaje. Tite Curet Alonso comenzó ese giro en mí con todos esos temas sociales en sus composiciones . Me gustó mucho esa onda, porque presentía que esa era también mi labor como cantante, como mensajero de la música, transmitir algo importante y en forma más consciente y perdurable.

****

Desde 2013 a Cheo se le había diagnosticado un cáncer. Salió alrededor de las 4 de la mañana de un casino, se montó en su sedán Jaguar y poco antes de llegar a San Juan y su residencia se estrelló contra un poste de cemento. No tenía el cinturón de seguridad puesto y murió al instante, el 17 de abril, mismo día del fallecimiento de Gabriel García Márquez, suceso que opacó esta noticia. Este domingo se cumplen dos años. Especulaciones: ¿Descuido? ¿Exceso de licor o velocidad? ¿Suicidio?







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miércoles, 1 de abril de 2015

Natalia Gnecco en Instantes con Edy Martínez




Natalia Gnecco - Blog del Tiempo -

Instantes con Edy Martínez





“Estudié con el cosmos, con las estrellas”, con esta frase el pianista, percusionista, arreglista, compositor, director y productor Edy Martínez resume sus inicios en casa de sus padres en Pasto que le permitieron descubrir la música clásica, el jazz, la música afro-neoyorkina, afrocubana, afrocolombiana al lado de su hermano Juan, pues cuando tenía ocho años lo invitó a escuchar un programa radial de Bogotá, que presentaba la obra maestra de Tito Puente titulada Cuban Carnival de 1958, la cual es el ábrete sésamo de la música afro-neoyorkina.

Edy, quien acaba de ser homenajeado por la Asociación de Melómanos de Cali, por ser el único arreglista de los más importantes personajes de la Fania como Ray Barretto, Héctor Lavoe, Larry Harlow, Pete El Conde Rodríguez, y otros más, me confiesa que su vena artística proviene de su familia, pues su papá fue trombonista y percusionista de su propia orquesta llamada Martínez Polit y agrega: “Yo trabajé para la orquesta de mi padre, fui conguero luego baterista y después pianista”.

El origen del maestro Martínez contrasta con el acento caribeño, el cual adquirió luego de vivir por cincuenta y dos años en Nueva York, de alternar con las grandes estrellas tanto de jazz como de salsa, del mundo entero. Ahora es profesor invitado del departamento de música de la Universidad de Nariño en Pasto y empezó el 2015 con un genial concierto en Bogotá, acompañado por músicos profesionales de la urbe como el saxofonista Juan Benavides, el baterista Juan Anzola, el bajista Lucho Guevara y el famoso conguero Luis Pacheco.


Su presentación se dio en un ambiente cálido e íntimo, donde el público pudo observar su excelente diálogo con el piano, mientras dirigía al resto de la banda con una habilidad insuperable. Su entrega a la música se transmite con tanta fuerza que luego de interpretar temas como Celebración, Morning, Obsesión del compositor puertorriqueño Pedro Florez; Picadillo de Tito Puentes; Sofrito de Mongo Santamaría; boleros y música colombiana, los asistentes seguían sedientos de su talento.

Como varios músicos vinieron a ver al maestro Martinez, éste los invitó a compartir su tarima, asumiendo el papel de director, con un resultado fenomenal, pues todos se acoplaron al instante: los saxofonistas colombianos Juan Felipe Cárdenas, Pacho Dávila, el pianista puertorriqueño Israel Tanenbaum y su colega, el pianista peruano Jhonatan Purizaga… ¡Todo un derroche musical!

La música es ciencia ficción








Para este jazzista , amante de la salsa no hay música fea, por eso confiesa: “Todo depende de cómo se interprete” esta convicción va ligada a su trayectoria artística , pues desde los diecisiete años fue invitado por Ray Barretto en Nueva York para que fuera el pianista de su orquesta, lo cual le abrió las puertas al mundo. Por sus increíbles dotes fue llamado también por el maestro Tito Puentes, Eddie Palmieri, Pete El Conde Rodríguez, Tito Rodríguez y Gato Barbieri.

Eddy ha participado en todos los festivales de jazz que se realizan en el planeta, vivió en Francia, Alemania y Holanda, pero donde más ha batido records es en los famosos Premios Grammy por haber sido el arreglista de varios álbumes nominados al Mejor Álbum de Música Latina. Sin fallarle la memoria él enuncia: “ con Edie Palmieri: “Unfinished Masterpiece”; Ray Barretto: “The Other Road”; Larry Harlow: “La raza latina”; Tito Puente: “Homenaje a Benny Moré”  y homenaje a Arsenio Rodríguez, el cual fue grabado por Lucas Van Merwijk y su Cubop City Big Band, en Amsterdam, Holanda”.

Luego de hacer este hermoso recorrido por sus logros a nivel internacional, el maestro Martínez afirma que “La música no es estática, porque vive en permanente evolución”, por eso no esconde su entusiasmo al hablar del folclore colombiano: “Me encantó escuchar a Jorgito Celedón haciendo dúos y fusiones con artistas de la talla de Oscar de León y Reynaldo Armas, igualmente en Cali quedé maravillado con el show de Delirio, porque está a la altura de cualquier espectáculo en Nueva York ”.

Pero no sólo la evolución de la salsa llama la atención de Edy, también la música vallenata abre sus sentidos, por eso al escuchar la canción “El hermano Elías” del último trabajo discográfico de Diomedes Díaz, su oído denota admiración por el sonido del bajo de José Vásquez, hasta se toma la tarea de repetirla y seguir mentalmente los movimientos del famoso bajista de la antigua agrupación del Binomio de Oro, para enfatizar: “Para hacer música debes tener sapiencia de cómo suena la percusión, el chelo, el bajo, el piano, etc”.



Y hablando de la música Edy me revela su admiración por la astronomía, ciencia que él considera está muy relacionada con el arte de combinar sonidos, al tocar el piano se traspasan  muros, puertas y paredes, en otras palabras, ¡la música es pura ciencia ficción! Por eso está componiendo música espacial y en unos de sus temas le hace un homenaje al planeta Marte. El maestro remata diciendo: “Creo que si la música que escuchamos hoy tuviera mayor armonía con el cosmos, el mundo sería más espiritual”.

Para finalizar, Edy Martinez extiende la invitación a todo el público colombiano para mediados del mes de febrero donde estará acompañado por la Orquesta Sinfónica de Pasto, interpretando en el piano el concierto Grosso y Dalton, música compuesta por Nils Lindberg bajo la dirección del maestro José Aguirre Oliva.



Fotos: Herencia Latina, Preferencia Stereo, archivos Edy Martínez.

Agradecimiento: Iván Contreras


Fuente: el Tiempo
@NataliaGnecco
Natalia Gnecco


miércoles, 4 de marzo de 2015

Escarbando en la memoria del bolerista Roberto Ledesma



Escarbando en la memoria del bolerista Roberto Ledesma

Fue el primero en grabarle al compositor y cantante mexicano Armando Manzanero.






El cantante cubano, de 90 años, con su memoria prodigiosa, reveló apartes de su vida musical y personal.

A los 90 años, cumplidos el 24 de junio pasado, el maestro del bolero Roberto Ledesma dice que quiere volver a cantar en Colombia.

Su voz, un tanto mellada por los años, sigue sonando y en ocasiones entona esos falsetes que lo hicieron único en esa época en la que el bolero, cargado de mensajes de amor era el acompañante perfecto de los enamorados, que se dedicaban sus letras.

Adoro, Esta tarde vi llover, Con mi corazón te espero, Camino del puente y La pared son algunos de los éxitos que lo dieron a conocer a comienzos de años 60 y que hoy, en algún rincón del dial, siempre suenan.

Oriundo de La Habana, fue el primero en grabarle al compositor y cantante mexicano Armando Manzanero, con quien mantiene una gran amistad.

A Ledesma lo encontramos, vital y vigente, el año pasado en la entrega de los premios José Fajardo, celebrados en Miami (EE. UU.).

Durante la charla comprobamos que su memoria sigue intacta y recuerda datos exactos de su vida como músico y en lo personal, tanto fue así que durante el evento se subió al escenario y con el güiro en la mano cantó su tema cumbre Con mi corazón te espero junto a José Fajardo Jr., y recordó que fue con la orquesta del papá de este artista con quién la grabó por primera vez:

"Tú tan alta yo tan bajo 
que alcanzarte así no puedo,
 tú tan rica yo tan pobre,
 rico solo en sentimientos..."




¿Quién lo guió por la música?

Mi papá, aunque era militar le gustaba mucho la parranda. Yo tocaba la clave y bailaba, esto hacía que él siempre me tuviera presente en sus eventos. Empecé cantando en los coros de la iglesia y el colegio. En el barrio junto a Óscar González y José Antonio Méndez formamos un trío. Alegrábamos las reuniones y la gente ya nos trataba como profesionales. Grabamos en la emisora La Loma del Mazo en Cuba y nos pagaron 10 centavos.

¿Qué cantaban?

Yo era la voz principal y se interpretaban corridos mexicanos como Rancho grande, Cielito lindo, La malagueña, y boleros como Dónde estás corazón y Quiéreme mucho.

¿Qué recuerda de esos años de juventud en Cuba?

Quedé huérfano de padre a los 17 años y tuve que responder por mis hermanos. Aunque era el segundo, siempre lleve la custodia ya que era muy decidido. Recuerdo que el ciclón de 1944 tumbó la casa, quedamos sin dinero, sin ropa, en la calle. Gracias a los vecinos que eran como nuestros parientes nos levantamos hasta que yo me hice electricista, mecánico y plomero, sin embargo nunca fui profesional, tenía que trabajar y salir adelante como lo hice con la música.

¿Sus hermanos viven?

Fuimos ocho, de los cuales quedan tres mujeres y dos hombres vivos, entre ellos el mayor que tiene 98 años.

Antes de la llegada de Fidel Castro al poder en Cuba, usted había salido para México para integrar el Trío Martino. ¿Cómo fue eso?

A comienzos de los años 50, el compositor cubano José Antonio Méndez me buscó, por petición de los hermanos Ernesto y Eugenio Orta, para que cantara en el Trío Martino. Me gustó la idea y me fui para México. Dos años después nos fuimos de gira por Centroamérica y Suramérica durante 6 años. El primer país que visitamos fue Guatemala. Llegamos a la frontera y para arribar al pueblo donde teníamos la presentación nos subimos en una ‘cigüeña’ que era un carro que viajaba por los rieles del tren. Al llegar al pueblo nos dimos cuenta de que no había ni agua para bañarnos. Estábamos llenos de polvo. Fuimos a un río donde el agua estaba bajo cero, fue una pesadilla. La gira en este país duró 15 días.


Roberto Ledesma junto a José Fajardo Jr., interpretando el bolero 'Con mi corazón te espero', en Miami. Foto: Archivo particular


¿Cuándo fue la primera vez que llegó a Colombia?

En esa gira incluimos a Colombia. A la primera ciudad a la que llegamos fue a Medellín luego siguió Bogotá, allá sentimos un frío de bárbaros. En el hotel pedimos calefacción y nos dijeron que no había, en reemplazo nos dieron unas colchas. Cuando me cobijé me dio un sarpullido del calor que levantaban. Allá tocamos en varios lugares, era el año 1952.

¿El Trío Martino solo era romántico?

Éramos un trío romántico y bailable. En los shows solo teníamos un micrófono para todos, pero hacíamos un ‘escándalo’ terrible y gracias a ese ‘escándalo’ el público nos admiraba y decía: ‘¡Qué alegres! y ¡qué bien que suenan!’ Fuimos los primeros en bailar en el escenario. Hoy en día todos lo hacen. Grabamos La gloria eres tú, Nosotros, La fiesta de los ratones.

En los años 60 era común ver a algunos artistas cantando en películas. ¿A ustedes los invitaron?

Sí, claro. En México logramos gran popularidad y trabajamos en varias películas con Amalia Aguilar, Carlos Valadez, Meche Barba, Fernando Fernández y otros más. Entre las que participamos están: La arrabalera y El tigre del bajío.

¿De esa gira por América Latina qué otro país recuerda?

Cuando llegamos a Argentina, no nos querían dejar presentar en una emisora. Los argentinos eran muy serios y nosotros bailábamos y cantábamos con alegría y allá todo era suave, se hablaba muy pasito y... ¡Imagínate!, llegamos nosotros con nuestra música y sonoridad. El administrador de una emisora al escucharnos le dijo al disc jockey que no nos podíamos presentar ahí, porque nuestra música rompía con el esquema de esa radiodifusora. Entonces este le respondió: ‘Pero qué hago sí ese es el número que ellos tienen’. El público al escucharnos se entusiasmó y así llegamos al pueblo argentino. Luego supe que despidieron al administrador porque el dueño le dijo que este trío cubano era de lo mejor y cantaban lo que sentían y si eran alegres, tocaba dejarlos.

¿Cuándo y en qué circunstancias llegó a Estados Unidos?

Estando en Cuba nos salió un contrato con la cadena de restaurantes Ninos Continental, que tenía sedes en Nueva York, Washington y Filadelfia. Allá estuvimos tres años. Tocábamos chachachá; una de las canciones que más nos pedían era El bodeguero. Nuestra competencia era el trío Los Panchos, el trío Los Diamantes y otros tríos mexicanos, la diferencia es que ellos solo hacían bolero y nosotros tocábamos rumba. Luego nos fuimos a hacer shows para los latinos en la ciudad de New York.

Sus éxitos los hizo como solista, ¿pero en qué momento dejó el Trío Martino?

Después de ocho años de estar con el Trío Martino, me lancé como solista. Esa decisión se la consulté a mi amigo Pepe Fernández, que en paz descanse. Él era el dueño del restaurante La Barraca, donde yo trabajaba. Le dije, yo me quiero hacer un nombre internacionalmente y que la gente me reconozca como Roberto Ledesma. Me respondió: ‘Yo no quiero que te vayas del trío, pero sí tú piensas que vas a triunfar solo y pasando trabajo, hazlo’. Ahí empezó mi vida como solista. Me quedé en Nueva York y toqué con la agrupación de José Fajardo y estuve en algunas presentaciones con las orquestas más grandes que había en ese momento, la de Tito Puente y Machito; no fue nada fácil abrirme camino.


Afiche promocional de Roberto Ledesma para sus seguidores. Foto: Archivo particular


En ese Nueva York de los años 50 y 60, cuando la salsa empezaba a buscarse un lugar en esta ciudad y cuando los latinos también estaban en búsqueda de su identidad, existía El Palladium. ¿Cómo lo recuerda?

Cuando llegamos a Nueva York, en 1957, caminamos por Broadway y en un local escuchamos y sentimos música rítmica. Era una guaracha bien tocada. Si la memoria no me falla era un miércoles y nos acercamos. La sorpresa fue mayor cuando en el escenario estaban Tito Puente, Machito y Tito Rodríguez. Para entrar pagamos dos dólares. Vimos americanos y judíos bailando. Al Palladium le cabían más de 500 personas.

¿Cantó allá?

Sí, el cubano Julio Gutiérrez hizo los arreglos del tema La gloria eres tú, para mí. Esa primera vez cuando me subí al escenario, vi que la gente me miraba embelesada. Luego se sentaron para observarme. Al principio los nervios me querían dominar, pero al ver la aceptación se me quitaron y me pidieron que repitiera el número.

Si tocaba chachachá y guarachas, entonces, ¿por qué no se lo relaciona con la música latina?

Es cierto, la gente me conoce como bolerista, pero yo canté todos los ritmos cubanos cuando no se conocía el término salsa. Si en Cuba tú no cantabas boleros y guarachas no te contrataban y yo siempre he tenido esa facultad.

‘Con mi corazón te espero’, del compositor cubano Humberto Suárez, ha sido su éxito cumbre, cuéntenos un poco cómo fue la grabación y cómo triunfó.

La primera vez que la canté y la grabé fue con José Fajardo, en 1961, en Nueva York. Eso fue para la casa disquera Columbia. Después la grabé 5 veces más en diferentes sellos musicales, pero fue con el sello Gema, de mi amigo Guillermo Álvarez Guedes, que en paz descanse, cuando se dio a conocer por el mundo. Esa fue mi primera grabación como solista. Mi amigo Luis García, que en paz descanse, luego de escucharla me dijo que él ya la había grabado en ‘el tiempo de la nana’, ¡Imagínate cuánto tiempo pasó! Pero mi versión es la que más ha gustado.

¿Cuál cree que pudo haber sido la razón de ese éxito tan grande?

Yo era una voz fresca y nueva, el mercado del bolero estaba saturado de las mismas voces y creo que llegué con una interpretación nueva. A todo esto debemos sumarle los arreglos que hizo Pepe Delgado, y, como siempre (yo estuve) cobijado por Dios.

¿A cuántas mujeres enamoró con sus boleros?

El problema de las mujeres es la curiosidad por saber. Y no es que tú las enamores. Yo las respeto mucho, nunca me gustó abusar de ellas, pues yo nací de una. Tuve muchas novias y como todos me enamoré y me desenamoré. Solo me he casado una vez y es la madre de mi única hija, Mónica Ledesma. Ella es patóloga del habla y vive en Miami. Tengo tres hermosas nietas, que aunque no cantan son mi vida.

¿Para Ledesma quien es el bolerista más grande?

Lucho Gatica, de Antofagasta (Chile). Ahora vive en México. Sé que está retirado de los escenarios. Somos muy buenos amigos.

En sus más de 70 años de carrera musical ha visitado muchas veces Colombia. Cuéntenos detalles de aquellas presentaciones.

Si algún pueblo me ha apoyado en mi carrera musical es Colombia. Cuando vuelva, que espero sea pronto, voy a llevar una cédula que allá me expidió el DAS y dos carnés del sindicato de músicos que conservo. En Barranquilla canté con el trío Los Isleños (Óscar Fajardo, Santander Díaz y Gastón Guerrero), en 1955. Espero volver a grabar y voy a incluir un tema que, aunque no es nuevo, es dedicado a tu patria, se llama: Qué viva Colombia.

¿Recuerda el último concierto que dio En Colombia?

Fue en Barranquilla hace seis años. Me quedé sin voz en el escenario y ese gran cantante Juan Carlos Coronel me ayudó a cantar, yo solo puse el repertorio y el público interpretó los temas.

Luego de ese traspié en Barranquilla, ¿ha vuelto a los escenarios?

Claro que sí, hace poco canté en Nueva York. Lo que pasa es que ahora canto un día y descanso diez. Yo muero cantando, pero no quiero la agitación ni que me presionen. Es más, me siento muy bien, a veces mi esposa, por la edad que tengo, me dice que no lo siga haciendo. Yo le respondo que por qué no, si eso lo llevo en el corazón, nadie me lo va a quitar. Si hoy me pongo ronco, mañana se me quita y el canto sigue ahí.

Usted fue el primero en grabarle a Armando Manzanero. ¿Recuerda cuál fue esa primera canción?

Sí, se llama Qué vas a hacer.

¿Cuál es el LP de todos los que usted grabó?

Se titula Guitarras bohemias y lo grabé con Pablito y Luisito Cano, ahí soy yo solo. No hay orquesta, solo me acompaña una guitarra. Dos de las canciones son: Las perlas de tu boca y Guitarra bohemia”.

¿Ledesma le teme a la muerte?

Sí le temo a la muerte, la vida es muy linda. Si algún día muero, aunque sé que Dios me tiene para vivir 120 años, me gustaría que mis amigos interpretaran mis canciones. Pero recuerda, chico, que yo he acabado con la quinta y con los mangos y todavía puedo tumbar gente como loco.



JOHN CERÓN
REDACTOR DE EL TIEMPO

Fuente El Tiempo

Como falleció Miguelito Valdés en el salón rojo del Hotel Tequendama de Bogotá




Como Miguelito Valdés falleció en el salón rojo del Hotel Tequendama de Bogotá




"¡Perdón, señores!", exclamó con la angustia barnizada en el rostro. Soltó el micrófono y, obedeciendo a sus instintos, se llevó las manos al pecho.

En forma desesperada trató de desabotonarse la camisa. Esbozó una expresión ininteligible, le dio la espalda al público y quiso abandonar el escenario, pero cayó aparatosamente.

Todo ocurrió en fracciones de segundo. A las pocas horas, las agencias de prensa le informaban al mundo que, víctima de un ataque cardiaco, el rey de las melodías afro, de las rumbas y de las guarachas, había dejado de existir en pleno concierto, mientras cantaba.

La abrupta escena tuvo lugar la noche del jueves 9 de noviembre de 1978 en el salón Monserrate del Hotel Tequendama, de Bogotá. "Todo fue tan súbito que el asombro nos anuló cualquier tipo de reacción inmediata", dijo después Mario Gareña, el cantante barranquillero que alternó en aquella velada con el cubano.

"Se ha ido un grande de verdad. El vacío que nos deja es inmenso", señaló desde Miami Celia Cruz.

Miguel Ángel Eugenio Lázaro Zacarías Izquierdo Valdés y Hernández, como figuraba en su partida de bautismo, conocido mejor por Miguelito Valdés o 'Mister Babalú', nació el 6 de septiembre de 1912 en el popular barrio de Belén, en La Habana.

Sesenta y seis años, dos meses y tres días después, la muerte lo sorprendió en su ley, en lo suyo, tal como le había ocurrido en el coso al célebre torero español 'Manolete'; en el cuadrilátero al boxeador y campeón mundial cubano Benny 'Kid' Paret; en tarima al cantante venezolano Víctor Piñero, y a tantos otros mortales famosos y anónimos en sus oficios predilectos, a lo largo y ancho de la historia.

Miguelito había llegado para cantar en el Tequendama y posteriormente realizar una gira por diferentes ciudades, contratado por 'El Tenor de las Antillas', René Cabel, habanero, cantante y empresario residenciado en Bogotá

Solo quería 'los huesitos'









Las horas tras su muerte estuvieron envueltas en hechos deplorables. En su libro Cuando la vida era una fiesta, Édgar García Ochoa 'Flash' cuenta que René Cabel se comunicó con la franco-estadounidense Elyan: "Señora, la llamo para decirle que su esposo, Miguelito, acaba de morir en el hotel, le doy mi pésame y me gustaría conversar sobre el envío del cadáver...".

Señala 'Flash' que la viuda soltó esta perla: "Para qué, señor Cabel, enviar el cadáver. Entiérrelo allá. Y cuando ya Miguelito estar hecho huesitos, envíeme sus restos... Lo que sí enviar lo más pronto es la copia del contrato, para lo relacionado con el seguro". Cabel, lleno de contrariedad, tiró el teléfono, cuenta 'Flash'.

'Mister Babalú' fue sepultado en México gracias a los buenos oficios de Celia Cruz y Celio González, quienes lanzaron expresiones de indignación al saber la historia de "los huesitos".

Valdés vistió de etiqueta la música popular de Cuba a nivel internacional. Era un mulato fino y todo un showman. Tuvo actuaciones fugaces, pero sobresalientes en el cine. Fue un cantante completo, con una impresionante calidad para vocalizar boleros, chachachá, guarachas, sones, afros y ritmos del Caribe.

A 30 años de su muerte, su recuerdo sigue más vivo que nunca...

De su primera visita al origen de su recordado apodo

En 1939, vino a Colombia por primera vez. Se presentó en Barranquilla con el grupo Casino de la Playa.

Tocaba desde maracas hasta guitarra, con especial afecto por la tumbadora, los timbales y los cueros en general.

El apodo 'Mister Babalú' se lo puso Harry S. Truman, presidente de E.U., quien en una presentación le pidió a Valdés que cantara ''Babalú', su canción preferida, y durante toda la noche llamó al artista 'Mister'.

FAUSTO PÉREZ VILLARREAL
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
BARRANQUILLA

Fuente El tiempo







martes, 2 de julio de 2013

CESAR PAGANO RECUERDA SU ENTREVISTA CON HECTOR LAVOE EN 1980

CESAR PAGANO RECUERDA SU ENTREVISTA CON HECTOR LAVOE EN 1980


Este 29 de junio se cumplieron dos décadas de la muerte del cantante boricua.

 

 

 

En agosto de 1980 fue anunciado, con gran expectativa del público, un concierto de la Fania All Stars en el estado El Campín. Se vendió la boletería, y era una oportunidad grandiosa para los amantes de la salsa. Hubo presentaciones en Cali, con lleno completo. En Medellín no hubo tanta gente, pero en Bogotá prometía ser un concierto apoteósico.


Benhur Losada, empresario de Cali que trabajaba con Larry Landa, me contó que a Larry le dio por traer los equipos de la compañía Vásquez, que habían usado en Medellín. Me contaba que no alcanzaron a llegar todos y que La Fania le pagó a Sayco y no a un sindicato que había en ese entonces. Ya se había presentado la orquesta telonera, la de Willy Salcedo, y llevaba dos números la Fania. Habían cantado tal vez Santos Colón Ismael Quintana, que eran los menos carismáticos, y, cuando venían los más importantes, un corto recorrió todo el cablerío que estaba en la grama. Y de ahí no se volvió a oír nada.

En aquel tiempo se vendía licor en los espectáculos. El show había comenzado tarde, las boletas eran caras, así que la gente estaba enardecida. En el fondo, la gente tenía razón, no había un equipo de emergencia que pudiera salvar el espectáculo y la Policía respondió demasiado duro. El caos completo; hubo golpiza, detenidos; todo terminó en un lío fenomenal.

En el 80, la salsa en Bogotá despegaba con mucha pujanza. Existían el Goce Pagano (que fundamos en el 78), Mozambique, El Tunjo de Oro, La Jirafa Roja, el Paladium, El Escondite, Las Escalinatas y otros lugares, incluso en los barrios Restrepo, Quiroga, Venecia y Suba. Era un fenómeno creciente y rápido, que se sostuvo hasta mediados de los 80, 85 y 86. Solo recuerdo un antecedente de conciertos en Bogotá: diría que el primero que vino en el setenta y pico fue Ray Barretto, a la Feria Exposición, y estuvo muy solo.

Cuando entrevisté a Lavoe estaba en un punto muy alto de su carrera. Tenía su propia orquesta, después de sus éxitos con Willie Colón, y ya era famoso –lo era casi desde la adolescencia–, pero no eran tan graves sus problemas con las drogas, que luego se conocieron.

¿Dónde nació usted, Héctor?

Yo nací en la segunda ciudad de Puerto Rico, que es Ponce, que le disputa la primacía musical a la capital, que es San Juan. Ponce ha sido cuna de grandes músicos, como Braulio Dueñas Colón, Ruth Fernández y José Mangual el ‘Viejo’, el que tocaba con la orquesta de Machito y con Charlie Parker...

¿Sus inicios en la música cómo fueron?

Yo estuve marcado por una situación familiar desdichada, pues quedé huérfano de madre a los 3 años y fui criado enérgicamente por mi padre y mi abuela española. Mi papá quería que estudiara guitarra y yo solo quería cantar. A los 6 años me gané el primer premio, en un programa que se llamaba Los pibes se divierten.
Contra mi voluntad, mi papá me matriculó en la escuela de música Juan Morel Campos, donde encontré como compañero de generación a ese futuro virtuoso del piano –hoy también integrante de la Fania–, Papo Lucca, y a José Febles, que es el actual trompetista y arreglista de mi orquesta. Yo no quería saber nada de la guitarra, pues me inclinaba por el canto, para seguir la tradición de la voz de mi madre, que cantaba muy bonito. Como mi padre –don Luis Pérez, el lotero– notaba que yo no adelantaba de la lección 12 de solfeo, fue y habló con el profesor, quien le informó que el curso efectivamente ya iba por la lección 34. Mi padre me propinó una cueriza histórica, en la que tuve que ir contando obligatoriamente los azotes por cada lección, y volviendo a comenzar cuando se interrumpía.

Sin embargo, fui tan tesonero con mi canto, que al final mi padre tuvo que resignarse amargado, y solo me dijo: “¡Jódase!”.

Eso demuestra que la letra con sangre no entra…

A los 14 años ya ganaba algún dinero con la música, mientras hacía mis estudios escolares. Desorientado en mi ambiente y enamorado de una chica que se fue a Nueva York, viajé detrás de ella, no sin antes escuchar la advertencia amenazante de don Luis Pérez, que me dijo: “¡Olvídese que tiene padre!”.

¿Cómo fue su llegada de Puerto Rico a Nueva York en sus comienzos?

En Nueva York tuve al principio vivienda donde mi hermana, pero mi novia me salió rodeada de mil novios, pues era muy coqueta. Allí viví en esas barriadas sucias pero rítmicas de los latinos y los negros, las pandillas con sus territorios, los desempleados que ocupaban el tiempo en hacer travesuras y los cañoneros en los bailes que buscaban una oportunidad. Allí conocí también el vicio.

En una de esas noches de fiesta, me subí o me subieron a cantar para interpretar Sombras, ese bolero que hiciera famoso el cantante venezolano Felipe Pirela. Gusté tanto al público, que aplaudió varios minutos seguidos, y el director cambió al cantante de planta de ese entonces por este servidor.

¿Y qué pasó después en su carrera artística?

Estuve deambulando por ahí con esta orquesta que no era muy buena, hasta que un día me oyó ese tremendo percusionista que es Kako (Federico Bastard) y me llevó a cantar con las Estrellas Alegres. Pronto empecé a desfilar y a alternar con los grandes del ambiente, como Charlie Palmieri, el Gran Combo de Puerto Rico, Ismael Rivera y Cheo Feliciano, hasta encontrarme con Willie Colón, para hacer unas presentaciones y grabaciones que han tenido una buena acogida.

Pero todavía faltaba lo fuerte y llegó con Pacheco y su Tumbao, quien ya recibía propuestas del empresario Jerry Masucci para organizar la Fania All Stars, que comenzó en esos tiempos como una empresa muy modesta. A mí me sirvió, para entrar en la Fania, la experiencia con Willie Colón, con el cual habíamos creado éxitos como La banda, La murga de Panamá, Día de suerte. Yo, por mi parte, con mi orquesta, había pegado entre el público latino Periódico de ayer, El cantante, Songorocosongo, Mi gente, y hasta un vallenato colombiano de Fredy Molina que se llamó La verdad.

Mientras tanto, yo hacía mis travesuras y escapaba en estos tiempos del enrolamiento para la milicia, pues llevaban a los puertorriqueños a la guerra de Vietnam. En eso tuve éxito, pero no un hermano mío, quien regresó vivo, pero trastornado por la droga, que conoció como escape en las crueldades y angustias de esta guerra.

¿Cómo ha podido usted combinar la música con el asunto de las drogas?

En todos los ambientes se consumía droga en cantidad, especialmente el ácido. Aunque mi experiencia personal no ha pasado por él. Yo pasé por el efecto de otras drogas, y es un ensayo que no se lo recomiendo a nadie. Primero, me hicieron regalitos; después, cuando ya te hace falta, te la venden. Mi esposa, Nelda, a quien conocí en una presentación durante un baile, y Willie Colón, mi gran amigo, me ayudaron a salir del vicio. Ha sido una rehabilitación con recaídas, pero he terminado bien, sobre todo cuando me convencí de que no cantaba mejor por el efecto de la droga.




Atravesé un verdadero drama personal, porque, mientras, cosechaba los éxitos del primer disco con Willie Colón, llamado El malo, (sobre) el vividor, que es alguien que no trabaja y que ocasionalmente hurta y se mantiene todo el tiempo dispuesto para el goce y la fiesta. Después, cuando entré a la Fania, llevamos otros cantos de Borinquen, incluso se llegó al cine, con una película que se llama Nuestra Cosa Latina, de Leo Gast, donde traté de actuar y de encontrar así argumentos contra la droga.

Cuando yo comencé mi vida artística no fumaba ni cigarrillos; después –en la escuela de la vida– aprendí… No se debe tratar de mezclar o asociar el licor con el ambiente de las drogas, ya que un asunto no tiene que ver con el otro. Actualmente participo en diez programas que buscan la rehabilitación voluntaria de los adictos –sin meterles religión– y la prueba de la superación está en que he obtenido ahora más triunfos que antes y ventas superiores por Periódico de ayer, El cantante y Vamos a reír un poco, ya libre de esa influencia.

¿Qué proyectos inmediatos tiene?

Ante el éxito obtenido por el primer disco, larga duración grabado en memoria de Felipe Pirela, estoy preparando el lanzamiento del segundo volumen en homenaje a ese cantante venezolano que me ha servido como sombra protectora, pues tenía una bella voz y un fino estilo de narrar o sentir la canción romántica, aunque yo tengo lo mío, y es que también soy guapachoso

¿Qué fue lo que usted grabó con Daniel Santos?

Eso fue una experiencia muy bonita, con ese legendario cantante de Puerto Rico, en la que cantamos en controversia juntos en El joven y el viejo, y nos respaldó ese virtuoso de las cuerdas que también fue incorporado a la Fania, que se llama Yomo Toro.

¿Qué le gusta de la música colombiana?

Conozco un poco de cumbia y de vallenato, pero en la Media Torta presencié de cerca, en la tarima, la música llanera, y me encantó su fuerza, su ritmo, sus instrumentos y la capacidad para improvisar que tienen sus cantantes.

¿Qué nos puede decir de Armandito (hoy es un indigente), su amigo de acá de Bogotá?

Ese es un buen amigo de Ibagué, que conversa sabroso y nos conseguía el vicio. Él tiene planes de montar su orquesta y ponerle Armandito y su Montuno. Ojalá pueda hacerlo; yo le puedo dar algunas partituras.

¿A qué atribuye usted que terminara en un desastre la presentación de la Fania en el estadio El Campín?

Yo creo que la gente fue muy imprudente cuando ocurrió el incendio del equipo de sonido, y la Policía también respondió con violencia para armar entre todos esa batalla campal que desbarató el espectáculo después de ese corto eléctrico que dañó los equipos de amplificación. Fue una verdadera lástima, porque el estadio estaba repleto y la gente, muy contenta de recibirnos a la Fania, con todos sus integrantes. Espero que haya otra oportunidad…

*CÉSAR PAGANO
Especial para EL TIEMPO

*Estudioso de la música caribeña, en particular de la cubana. Ha entrevistado a decenas de las grandes figuras de este género para la prensa y la radio colombiana.


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