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viernes, 15 de abril de 2016

HOMENAJE A CHEO FELICIANO por Cesar Pagano del Tiempo



HOMENAJE A CHEO FELICIANO

por Cesar Pagano
El Tiempo.com




José Luis Feliciano Vega nació en Ponce (Puerto Rico) el 3 de julio de 1935. Estudió tres años de solfeo y música en la Escuela Libre de Música, con la intención de estudiar trombón. El instrumento solo llegó cuando su padre le informó que tenían que irse a Nueva York a mejorar la vida familiar.

Tito Rodríguez tuvo que ver con su inicio como cantante

Y quizás antes de ser cantante, porque yo siempre fui un gran admirador de Tito y siendo niño –cuando la familia se mudó de Puerto Rico a Nueva York–, por mis escasos recursos, me ideé la manera de estar en todos los espectáculos que me interesaban, trabajando como utilero y cargamaletas de las mejores orquestas y artistas.
Al cabo de un tiempo, Tito me dio la oportunidad de cantar ante un público con su orquesta en el Palladium. Más adelante, cuando se abre un espacio vacante, al irse Willie Torres del Sexteto de Joe Cuba en 1957, Tito Rodríguez me recomendó como cantante.

1957 es una fecha memorable para mí, porque el mismo día que hice mi debut formal con Joe Cuba, fue la misma noche que me casé con mi mujer Coco (Socorro Prieto León). Después de la ceremonia nos fuimos con las maletas y todo, no para la luna de miel, sino para actuar con Joe Cuba. Después de dos presentaciones pudimos emprender nuestro viaje de recién casados.

¿Cuáles fueron sus primeras grabaciones exitosas?

Me parece que el primer 'long play' se titulaba en inglés 'Chachas to Soft Savage Beast' (Chachás para amansar la bestia salvaje) y que tenía un tema que titularon 'Cara sucia' o 'Carita sucia' y otro 'El botecito'. Pero aunque se grabó en 1959, el grupo tardó cuatro años en explotar y fue con el segundo 'long play', donde estaba una pachanga muy rítmica que tanto gustó por acá: “A la seis es la cita, no te olvides de ir...” Ese fue nuestro pasaporte y nos trajo mucho trabajo no solo en Nueva York, sino que comenzamos a ir a California, Ohio y llegamos a Puerto Rico.

¿Ustedes son pioneros de lo que ahora se llama salsa, junto con Charlie Palmieri y Johnny Pacheco con la Duboney Orquesta?

Sí existía esa charanga, pero antes estaban establecidas otras orquestas : Tito Puente, Tito Rodríguez, Machito...

¿Qué viene después?

Yo continué con el Sexteto prácticamente diez años y fue creciendo el aprecio del público hasta el punto de que éramos el grupo número uno y sobrepasamos en fanaticada a los que fueron nuestros maestros. El secreto estaba en que éramos un grupo diferente y mientras las orquestas tenían trompetas, saxofones y trombones, nosotros teníamos, como el alma del grupo, la instrumentación en el vibráfono. Este brindaba un sonido singular aparte de que era un grupo tremendo, muy rítmico, muy dinámico, muy alegre. Nuestro ritmo invitaba a gozar y bailar.

¿Quiénes fueron los compositores del repertorio del Sexteto de Joe Cuba?

Nosotros mismos hacíamos los temas. Por ejemplo, la pachanga 'A las seis' la escribió Jimmy Sabater, timbalero del grupo. 'El hueso' también lo escribió él. 'Rosalía' fue de Julio Cordero, que era el bajista. Mucho del material que grabamos lo hacíamos por colaboración entre todos nosotros. Yo aprendí a escribir sin ayuda de nadie e hice más de veinte temas, entre ellos el bolero 'Cómo rien', 'Quieres volve'r y uno que permanece por ahí, que es 'El ratón'. Este tema nació conmigo prácticamente cuando comencé a cantar con Joe Cuba. 'El tapón' es la continuación. Si por mí llueve es posterior, con otro grupo.

El ratón es un concepto, se trata de seres humanos proyectados en animales, que equivale a ‘un sapo’. Es una persona chismosa, que lleva y trae y causa líos. Hubo una situación en nuestro Sexteto, donde una mujer de algún músico nos mantenía en agua caliente, mejor en candela, por ella surgieron problemas continuos. No quise identificar directamente a la persona, por eso le cambie de femenina a masculino y lo plantee con humor... el gato yo y la gata es mi mujer.

Van tres versiones grabadas, ¿tiene más?

Grabé la original con Joe Cuba, más adelante la grabé en un concierto en el Yankee Stadium con Las Estrellas de Fania, donde Jorge Santana hace un solo allí en la película 'Nuestra cosa latina' y más adelante en el concierto donde yo celebré mis 25 años en el Centro de Bellas Artes de San Juan. (En los años 90, Cheo grabó otra versión cuando visitó Cuba).

¿Por qué dejó a Joe Cuba?

Yo dejé el grupo por el año 1965 o 66, porque yo quería seguir mi propio destino, buscar mi propia estrella. En la época en que estuve con Joe Cuba nunca recibí el crédito que pretende todo cantante. Yo no aspiraba a ser la superestrella, ni tener el supernombre, pero sí quería algún crédito que nunca Joe Cuba me dio. Me despedí amistosamente y seguí mi rumbo.

Ya solo, me presenté en muchos salones como solista y me acompañaron diferentes orquestas, entre ellas: Ricardo Ray, Tito Puente, Machito y otras más.

Pasaron dos años, cuando Eddie Palmieri me ofreció la oportunidad para cantar con su Orquesta de manera permanente, alternando con su cantante Ismael Quintana y acepté, porque Eddie me ofreció el crédito que yo pretendía. Eddie me dio eso y mucho más.

Ahí grabé 'Busca lo tuyo', en el disco Champagne, y también escribí algunos temas como 'Ay qué rico' y otro que ha gustado más: 'Palo de mango'.




¡Eso es salsa ecológica!

Continué por mi cuenta haciendo mis presentaciones como solista y me siguieron acompañando varios, pero ya yo venía con el problema de la adicción a las drogas hacía bastante tiempo. Empecé a llegar tarde y a faltar por buscar el material ese desesperado.

¿Por qué cae en el problema de las drogas?

Yo viví por muchos años en lo que se llama El Barrio en Nueva York, calle 110 y 5ta. Avenida en el Alto Manhattan, que lo puso en la historia el gran Noro Morales. Cuando sucedió este fenómeno de las drogas, nadie sabía de los riesgos que traían y no era un problema nacional. Nos lo presentaron como algo nuevo, de moda. Te vas sentir bien y vas a cantar mejor, ¡esto es chévere! ¡Qué nota! Y te pone bien sabroso. Nadie sabía de las drogas más fuertes, solo se conocía la marihuana, que se fumaba y no se le prestó mucha importancia. Sobre las otras drogas no hubo una advertencia de peligro. Quizás yo no hubiera entrado y caído si alguien me hubiera prevenido. Mi problema mayor, como el de cientos de miles de personas, fue el de la heroína, que es la madre de las drogas. Por eso yo le aconsejo a la juventud que ni siquiera comiencen probando la marihuana, porque uno va escalando. La marihuana es la más débil y aceptada de todas esas substancias. Ya había cocaína en grado muy bajo pues no era fácil conseguirla. De ahí uno sigue escalando, buscando estímulos más fuertes y llegamos casi a perdernos.



¿Cuánto tiempo estuvo en la droga?

Jugando con el sí y con el no de mis principios, al comienzo yo la usaba solo los sábados para las fiestas. Después pasó de viernes a sábado y después de sábado a domingo, hasta que te coge ventaja y ya la usaba toda la semana... ya dependía de ella. Fueron quince años, digamos la mitad del tiempo más pasivo. Cuando estuve trabajando con Eddie Palmieri, yo ya estaba muy adentro. Eddie trató de ayudarme, incluso cuando íbamos a grabar el disco Champagne, me invitó de esta manera: vente a mi casa en Long Island, vamos a hablar con Coco tu mujer, que vas a producir este disco y te quedas tres días... en un ambiente campestre para que vayas calmando tu mente y saliendo poco a poco.

Traté y estuve los tres días, pero me estaba volviendo loco porque no tenía la droga... regresé a Nueva York y volví a lo mismo.

Para finales de 1969 fui a Puerto Rico con la Orquesta de Francisco Kako Bastard, quien me había orientado bastante en este asunto de la percusión antes de cantar. Cada dólar que ganaba se fue por las venas. Todo lo que cobraba se lo echaba a mi cuerpo y jamás le envié un solo dólar a mi familia

Me quedé en Puerto Rico dos meses más y llegué a lo más bajo de un ser humano. Anduve por la calles, sin bañarme, sin afeitarme, pidiendo monedas por la calle para conseguir la dosis de droga... la gente se cruzaba la calle al verme de lejos y me evitaban. Llegó al punto que al verme al espejo, vi mi propia realidad y ya lo que quedaba era morirme o echar pa’lante.

Entonces fui a una institución recientemente fundada, que se llama Hogares Crea. Estuve tres años y recibía las visitas continuas de Tite Curet Alonso. Cuando me sentí listo, recibí mi certificado de reeducación, y firmé el contrato con Jerry Masucci para hacer el disco donde está el éxito 'Anacaona', que marcó mi regreso y en él colaboraron Bobby Valentín y Nick Jímenez, con los arreglos.

Le pedí permiso al director de Hogares Crea para ir a grabar a Nueva York. No era obligación, pero era una cuestión de ética moral, y me comprometí a regresar, porque uno debe dar un poco de lo que ha recibido. Yo tenía que regresar para llevar a cabo responsabilidades dentro de la institución, para enseñar de lo recibido a los que viniesen después.




¿Fue un problema de los puertorriqueños que entraran a la droga?

El latino en general y el puertorriqueño en particular, cuando vive en una ciudad como Nueva York, estábamos totalmente desorientados... no teníamos identidad ni orientación, íbamos a hacer trabajos de obreros y no había un alma de pueblo que uniese a todos. Estábamos dispersos, regados y a veces enfrentados. Los jóvenes nos uníamos frente a otros grupos de inmigrantes: italianos, cubanos, blancos, negros, minorías, pero todos desubicados.

Cuando llegaron las drogas, nos agarró por el medio a nosotros, sin información ni orientación. El elemento de la calle, como era Ismael Rivera, como era yo, como éramos tantos, algunos se salvaron porque estaban más apegados a la familia, nosotros como aventureros pasamos por toda esta jodienda. Nos hizo mucho daño la incomunicación con Puerto Rico.

¿A Ismael Rivera lo rechazaron en Puerto Rico por la droga?

Según me rechazaron también a mí, la gente nos ve como a un cáncer social, porque estamos poniendo en peligro hasta la vida de nuestros hijos.

Hay otro enfoque: somos artistas y mucha de la fanaticada tiende a emular o imitar lo que hace el artista. Con la poca conciencia de lo que estábamos haciendo y estando bajo la nota de la droga estábamos estimulando a formar nuevos drogadictos, así como el ácido lo hace con las estrellas del rock, que venden con sus gestos y maneras el uso de la droga.

Ese rechazo ayudó a que hubiera el cambio necesario en nosotros, era una forma de obligarnos a mirarnos en el espejo. Eso pasó conmigo.



Ismael Rivera fue a la cárcel por droga, no sé si estuvo tres o cinco años. Ismael era el alma del grupo de Cortijo: eran Cortijo e Ismael. Cortijo con su ritmo, con su percusión, con sus composiciones; Ismael era la imagen, el alma, la alegría adelante, era la voz de todo ese grupo sensacional y eran los embajadores de nuestra música autóctona. La bomba y la plena. Al apagarse la voz por cinco años, Cortijo, aunque trajo a otros cantantes, perdió popularidad, porque esa voz era el 50 por ciento del espectáculo. Moralmente eso le hizo mucho daño a Cortijo, siendo el gran pionero. Hubo momentos en que Cortijo estuvo mendigando trabajo en la calle... fueron muchas las veladas que estuvimos compartiendo penas. Mi hermano, mi amigo Tite Curet vivió todo ese sufrimiento.

Eso fue en lo musical, porque nadie sabía que Cortijo venía sufriendo de un cáncer del páncreas y fue lo que causó su muerte. Debemos decir que fue por razones físicas, pero ya espiritualmente él había muerto también, pues después de haber dado tanto, era dramático que su propia gente lo echara a un lado.

Justamente cuando yo cumplía 25 años en la música y mi esposa y yo cumplimos los 25 años de casados, en ese propio fin de semana Rafael (Cortijo) murió el 3 de octubre y mi aniversario de matrimonio era el 5. No se podía celebrar nada. Además, yo era el padrino de los hijos de Cortijo. Como Rafael murió en condiciones económicas muy precarias, nos propusimos hacerle un tributo con el fin de recaudar fondos para asegurar el futuro de sus hijos. Se demoró año y medio la preparación, pero el homenaje se hizo en el Coliseo Roberto Clemente. Todas las orquestas de Puerto Rico trabajaron gratuitamente y artistas de Nueva York, como Rubén Blades, Willie Colón y muchos más vinieron a Puerto Rico para ese homenaje. Se recaudaron 65.000 dólares que los pusimos en una cuenta bancaria. Mi celebración tuvo que esperar y fue después con una gran orquesta, cuando se filmó con un video y lo llamamos 25 años de sentimiento.

¿Por qué ha reducido su orquesta a grupo pequeño?

Mucha gente me preguntaba: ‘¿Cheo, cuándo te volveremos a oír con el Sexteto? Esa pregunta me la hacían en todas partes, de manera que me dije: ‘Vamos a ensayar otra vez. Cuando regreso, después del tratamiento, lo hicimos con un Sexteto emulando el de Joe Cuba y fue efectivo. Desde 1973, estamos promoviendo el long play Como tú lo pediste, por tantos años de la gente con ese clamor.



¿La salsa se ha debilitado, ya no vive en un apogeo?

En Puerto Rico, la salsa está retomando su lugar, después de sufrir el fenómeno del auge del merengue, que llegó a tener 36 orquestas de merengue. No es que yo sea antimerengue, lo que pasa es que yo más bien soy prosalsa. En Puerto Rico, se hace la salsa con una profusión de orquestas que animan las fiestas patronales en 78 municipios y nunca se celebran el mismo día, además que en todos los pueblos hay salones para bailar, de manera que hay mucho trabajo para todas las orquestas.

Pero hay otro pueblo que es muy salsero y lo puedo decir porque he estado en Cali varias veces, aunque yo también admiro a Panamá que se la goza bastante, pero cuando veo le gente bailando toda en Cali y sus eventos durante el año, debo decir que es Cali la capital de la salsa. En Puerto Rico se hace la salsa, pero donde más se la goza es en Cali. Así que estamos hechos el uno para el otro.




¿Y Nueva York cómo está para la salsa?

Nueva York fue la meca hace muchos años, cuando yo comenzaba. Era el único sitio del mundo con mas de cincuenta salones para el baile de la salsa, aunque todavía no se le llamaba así. Tú podías escoger entre muchos. Hoy habrá a lo sumo tres o cinco lugares, decayó bastante, por eso muchos músicos nos fuimos a vivir en Puerto Rico, donde estaban las oportunidades de trabajo.

¿Cómo nacen Los Alegre All stars y la Cesta All stars?

Los domingos era un día en que la gente que iba a los bailes se retiraba temprano, a eso de la medianoche y nos quedábamos calientes, con las ganas de seguir tocando. Y además, llegaban los colegas músicos de otros establecimientos en las mismas condiciones y entonces formábamos lo que llamamos 'jam session',donde se tocaba libremente, sin ensayo y amanecíamos tocando. Al Santiago se percató de las buenas sorpresas que dejaban esas noches y nos propuso que grabáramos. Realmente Las Estrella alegres y la Cesta All Stars es lo mismo, lo que sucedió es que Al Santiago le vendió algunas matrices a Joe Quijano y como él tenía su propio sello, Cesta, las grabó así.

¿Como fue la experiencia de la organización para descargar, para improvisar?

Lo bello de la música es que sea espontánea. Para comercializar un disco, se formaliza mucho, se ensaya bastante, se documenta, incluso, se busca la perfección y toda la música no debe ser así. Ese fue el gran secreto, la genialidad de Al Santiago: quien nos invitó y nos advirtió: “Aquí no van guiarse por arreglos, cuando yo les diga van a grabar, ¡arrancan! Y arrancaba el gordo maravilloso de Charlie Palmieri con un montuno y los demás seguíamos creando naturalmente, sin límites y así se hacía todo. Creo que es la forma más linda de hacer música, ahí, en el instante.
En el estudio ya sabes lo que vas a hacer. Estás documentado, ya tienes una música o un arreglo y unos textos. Estás formulado. Ya no hay creación, no hay improvisación y esa es una parte muy importante de la música.

Ese aspecto de la improvisación, de la inspiración, ¿la ha desarrollado concientemente?

Tanta gente que me ha preguntado a mí y a otros de los que laboramos en esta lides: ¿por qué no crean una escuela de soneros? La respuesta es que no se puede enseñar a una persona a ser sonero. Tú naces sonero, aunque no lo sepas en el momento... No hay forma de hacerte cantar o sonear o improvisar si no tienes esa aptitud. Yo no lo había descubierto cuando imitaba a Tito Rodríguez. Yo cantaba lo que cantaba Tito, los soneos que él hacía, yo me los aprendía y los cantaba. Yo no había improvisado nada. Eso ocurrió cuando entré con Joe Cuba y el ambiente y la presión me llevaron a crear, y descubrí que podía inspirar, porque todos lo hacíamos. Y descubrí que conforme uno va haciendo unas cosas, desarrolla otras a la vez, uno aprende a usar algunos trucos de defensa para cantar, de cómo usar el aire y los matices de las medias voces, a evitar los dolores o quedarse corto en los agudos. Uno va ajustándose al trabajo y desarrollando consecuentemente un estilo.


Pues fíjate, desde antes de salir de Puerto Rico, yo recuerdo que cantaba el bolero, o por lo menos lo romántico. Yo imitaba mucho al gran barítono colombiano Carlos Julio Ramirez. Yo trataba de cantar Granada, de Agustín Lara, como la cantaba él... Recuerdo que mi primera manifestación musical fue lo romántico. Eso fue como encerrarse en un cielo enamorado entre nubes. Nunca ha faltado en mi repertorio y ahora mismo planeamos, con los coleccionistas, hacer eventos en las universidades e invitar figuras de Cuba tales como Elena Burke y Fernando Álvarez y de otros países para hacer algo magno, a la altura de las circunstancias, para que prosiga esa belleza del bolero.




En su obra, además de los fiesteros, hay obras con temática social, como ‘Juan Albañil’, ‘Los entierros’ o la misma ‘Anacaona’...

Yo vivía una inquietud, aunque estábamos tocando muy felices cuando estaba con Joe Cuba, sentía que casi todo lo que hacía era muy vano, era música realmente sin cuerpo, sin valor cultural frente a los históricos, como dice Tite Curet, sin crónica de la vida. Hacíamos canciones jocosas, alegres, pero no le veía cuerpo, algo con más mensaje. Tite Curet Alonso comenzó ese giro en mí con todos esos temas sociales en sus composiciones . Me gustó mucho esa onda, porque presentía que esa era también mi labor como cantante, como mensajero de la música, transmitir algo importante y en forma más consciente y perdurable.

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Desde 2013 a Cheo se le había diagnosticado un cáncer. Salió alrededor de las 4 de la mañana de un casino, se montó en su sedán Jaguar y poco antes de llegar a San Juan y su residencia se estrelló contra un poste de cemento. No tenía el cinturón de seguridad puesto y murió al instante, el 17 de abril, mismo día del fallecimiento de Gabriel García Márquez, suceso que opacó esta noticia. Este domingo se cumplen dos años. Especulaciones: ¿Descuido? ¿Exceso de licor o velocidad? ¿Suicidio?







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martes, 2 de julio de 2013

CESAR PAGANO RECUERDA SU ENTREVISTA CON HECTOR LAVOE EN 1980

CESAR PAGANO RECUERDA SU ENTREVISTA CON HECTOR LAVOE EN 1980


Este 29 de junio se cumplieron dos décadas de la muerte del cantante boricua.

 

 

 

En agosto de 1980 fue anunciado, con gran expectativa del público, un concierto de la Fania All Stars en el estado El Campín. Se vendió la boletería, y era una oportunidad grandiosa para los amantes de la salsa. Hubo presentaciones en Cali, con lleno completo. En Medellín no hubo tanta gente, pero en Bogotá prometía ser un concierto apoteósico.


Benhur Losada, empresario de Cali que trabajaba con Larry Landa, me contó que a Larry le dio por traer los equipos de la compañía Vásquez, que habían usado en Medellín. Me contaba que no alcanzaron a llegar todos y que La Fania le pagó a Sayco y no a un sindicato que había en ese entonces. Ya se había presentado la orquesta telonera, la de Willy Salcedo, y llevaba dos números la Fania. Habían cantado tal vez Santos Colón Ismael Quintana, que eran los menos carismáticos, y, cuando venían los más importantes, un corto recorrió todo el cablerío que estaba en la grama. Y de ahí no se volvió a oír nada.

En aquel tiempo se vendía licor en los espectáculos. El show había comenzado tarde, las boletas eran caras, así que la gente estaba enardecida. En el fondo, la gente tenía razón, no había un equipo de emergencia que pudiera salvar el espectáculo y la Policía respondió demasiado duro. El caos completo; hubo golpiza, detenidos; todo terminó en un lío fenomenal.

En el 80, la salsa en Bogotá despegaba con mucha pujanza. Existían el Goce Pagano (que fundamos en el 78), Mozambique, El Tunjo de Oro, La Jirafa Roja, el Paladium, El Escondite, Las Escalinatas y otros lugares, incluso en los barrios Restrepo, Quiroga, Venecia y Suba. Era un fenómeno creciente y rápido, que se sostuvo hasta mediados de los 80, 85 y 86. Solo recuerdo un antecedente de conciertos en Bogotá: diría que el primero que vino en el setenta y pico fue Ray Barretto, a la Feria Exposición, y estuvo muy solo.

Cuando entrevisté a Lavoe estaba en un punto muy alto de su carrera. Tenía su propia orquesta, después de sus éxitos con Willie Colón, y ya era famoso –lo era casi desde la adolescencia–, pero no eran tan graves sus problemas con las drogas, que luego se conocieron.

¿Dónde nació usted, Héctor?

Yo nací en la segunda ciudad de Puerto Rico, que es Ponce, que le disputa la primacía musical a la capital, que es San Juan. Ponce ha sido cuna de grandes músicos, como Braulio Dueñas Colón, Ruth Fernández y José Mangual el ‘Viejo’, el que tocaba con la orquesta de Machito y con Charlie Parker...

¿Sus inicios en la música cómo fueron?

Yo estuve marcado por una situación familiar desdichada, pues quedé huérfano de madre a los 3 años y fui criado enérgicamente por mi padre y mi abuela española. Mi papá quería que estudiara guitarra y yo solo quería cantar. A los 6 años me gané el primer premio, en un programa que se llamaba Los pibes se divierten.
Contra mi voluntad, mi papá me matriculó en la escuela de música Juan Morel Campos, donde encontré como compañero de generación a ese futuro virtuoso del piano –hoy también integrante de la Fania–, Papo Lucca, y a José Febles, que es el actual trompetista y arreglista de mi orquesta. Yo no quería saber nada de la guitarra, pues me inclinaba por el canto, para seguir la tradición de la voz de mi madre, que cantaba muy bonito. Como mi padre –don Luis Pérez, el lotero– notaba que yo no adelantaba de la lección 12 de solfeo, fue y habló con el profesor, quien le informó que el curso efectivamente ya iba por la lección 34. Mi padre me propinó una cueriza histórica, en la que tuve que ir contando obligatoriamente los azotes por cada lección, y volviendo a comenzar cuando se interrumpía.

Sin embargo, fui tan tesonero con mi canto, que al final mi padre tuvo que resignarse amargado, y solo me dijo: “¡Jódase!”.

Eso demuestra que la letra con sangre no entra…

A los 14 años ya ganaba algún dinero con la música, mientras hacía mis estudios escolares. Desorientado en mi ambiente y enamorado de una chica que se fue a Nueva York, viajé detrás de ella, no sin antes escuchar la advertencia amenazante de don Luis Pérez, que me dijo: “¡Olvídese que tiene padre!”.

¿Cómo fue su llegada de Puerto Rico a Nueva York en sus comienzos?

En Nueva York tuve al principio vivienda donde mi hermana, pero mi novia me salió rodeada de mil novios, pues era muy coqueta. Allí viví en esas barriadas sucias pero rítmicas de los latinos y los negros, las pandillas con sus territorios, los desempleados que ocupaban el tiempo en hacer travesuras y los cañoneros en los bailes que buscaban una oportunidad. Allí conocí también el vicio.

En una de esas noches de fiesta, me subí o me subieron a cantar para interpretar Sombras, ese bolero que hiciera famoso el cantante venezolano Felipe Pirela. Gusté tanto al público, que aplaudió varios minutos seguidos, y el director cambió al cantante de planta de ese entonces por este servidor.

¿Y qué pasó después en su carrera artística?

Estuve deambulando por ahí con esta orquesta que no era muy buena, hasta que un día me oyó ese tremendo percusionista que es Kako (Federico Bastard) y me llevó a cantar con las Estrellas Alegres. Pronto empecé a desfilar y a alternar con los grandes del ambiente, como Charlie Palmieri, el Gran Combo de Puerto Rico, Ismael Rivera y Cheo Feliciano, hasta encontrarme con Willie Colón, para hacer unas presentaciones y grabaciones que han tenido una buena acogida.

Pero todavía faltaba lo fuerte y llegó con Pacheco y su Tumbao, quien ya recibía propuestas del empresario Jerry Masucci para organizar la Fania All Stars, que comenzó en esos tiempos como una empresa muy modesta. A mí me sirvió, para entrar en la Fania, la experiencia con Willie Colón, con el cual habíamos creado éxitos como La banda, La murga de Panamá, Día de suerte. Yo, por mi parte, con mi orquesta, había pegado entre el público latino Periódico de ayer, El cantante, Songorocosongo, Mi gente, y hasta un vallenato colombiano de Fredy Molina que se llamó La verdad.

Mientras tanto, yo hacía mis travesuras y escapaba en estos tiempos del enrolamiento para la milicia, pues llevaban a los puertorriqueños a la guerra de Vietnam. En eso tuve éxito, pero no un hermano mío, quien regresó vivo, pero trastornado por la droga, que conoció como escape en las crueldades y angustias de esta guerra.

¿Cómo ha podido usted combinar la música con el asunto de las drogas?

En todos los ambientes se consumía droga en cantidad, especialmente el ácido. Aunque mi experiencia personal no ha pasado por él. Yo pasé por el efecto de otras drogas, y es un ensayo que no se lo recomiendo a nadie. Primero, me hicieron regalitos; después, cuando ya te hace falta, te la venden. Mi esposa, Nelda, a quien conocí en una presentación durante un baile, y Willie Colón, mi gran amigo, me ayudaron a salir del vicio. Ha sido una rehabilitación con recaídas, pero he terminado bien, sobre todo cuando me convencí de que no cantaba mejor por el efecto de la droga.




Atravesé un verdadero drama personal, porque, mientras, cosechaba los éxitos del primer disco con Willie Colón, llamado El malo, (sobre) el vividor, que es alguien que no trabaja y que ocasionalmente hurta y se mantiene todo el tiempo dispuesto para el goce y la fiesta. Después, cuando entré a la Fania, llevamos otros cantos de Borinquen, incluso se llegó al cine, con una película que se llama Nuestra Cosa Latina, de Leo Gast, donde traté de actuar y de encontrar así argumentos contra la droga.

Cuando yo comencé mi vida artística no fumaba ni cigarrillos; después –en la escuela de la vida– aprendí… No se debe tratar de mezclar o asociar el licor con el ambiente de las drogas, ya que un asunto no tiene que ver con el otro. Actualmente participo en diez programas que buscan la rehabilitación voluntaria de los adictos –sin meterles religión– y la prueba de la superación está en que he obtenido ahora más triunfos que antes y ventas superiores por Periódico de ayer, El cantante y Vamos a reír un poco, ya libre de esa influencia.

¿Qué proyectos inmediatos tiene?

Ante el éxito obtenido por el primer disco, larga duración grabado en memoria de Felipe Pirela, estoy preparando el lanzamiento del segundo volumen en homenaje a ese cantante venezolano que me ha servido como sombra protectora, pues tenía una bella voz y un fino estilo de narrar o sentir la canción romántica, aunque yo tengo lo mío, y es que también soy guapachoso

¿Qué fue lo que usted grabó con Daniel Santos?

Eso fue una experiencia muy bonita, con ese legendario cantante de Puerto Rico, en la que cantamos en controversia juntos en El joven y el viejo, y nos respaldó ese virtuoso de las cuerdas que también fue incorporado a la Fania, que se llama Yomo Toro.

¿Qué le gusta de la música colombiana?

Conozco un poco de cumbia y de vallenato, pero en la Media Torta presencié de cerca, en la tarima, la música llanera, y me encantó su fuerza, su ritmo, sus instrumentos y la capacidad para improvisar que tienen sus cantantes.

¿Qué nos puede decir de Armandito (hoy es un indigente), su amigo de acá de Bogotá?

Ese es un buen amigo de Ibagué, que conversa sabroso y nos conseguía el vicio. Él tiene planes de montar su orquesta y ponerle Armandito y su Montuno. Ojalá pueda hacerlo; yo le puedo dar algunas partituras.

¿A qué atribuye usted que terminara en un desastre la presentación de la Fania en el estadio El Campín?

Yo creo que la gente fue muy imprudente cuando ocurrió el incendio del equipo de sonido, y la Policía también respondió con violencia para armar entre todos esa batalla campal que desbarató el espectáculo después de ese corto eléctrico que dañó los equipos de amplificación. Fue una verdadera lástima, porque el estadio estaba repleto y la gente, muy contenta de recibirnos a la Fania, con todos sus integrantes. Espero que haya otra oportunidad…

*CÉSAR PAGANO
Especial para EL TIEMPO

*Estudioso de la música caribeña, en particular de la cubana. Ha entrevistado a decenas de las grandes figuras de este género para la prensa y la radio colombiana.


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