miércoles, 1 de abril de 2015
MIGUELITO VALDES - Jilguero de Cuba
MIGUELITO VALDES
Jilguero de Cuba
Miguel Valdés Valdés, nació el seis de septiembre de 1912 en el habanero barrio de Belén – aunque otras
fuentes afirman que vino a la luz en 1916 --. Siendo muy pequeño todavía, su familia se radicó en otro de
los barrios capitalinos de mayor concentración de gente pobre Cayo Hueso.
Ya a los trece años Miguelito trabajaba como mecánico de automóviles, mientras soñaba ser boxeador y músico. Aunque llegó a pelear como peso welter, adscrito a la federación cubana de ese deporte, muy pronto triunfaría, por encima de cualquier otra preocupación, su pasión por la música.
Se inició integrando un sexteto, en el cual tocaba, según la necesidad, diferentes instrumentos, como la guitarra, el tres, el contrabajo y las maracas Y también cantaba. Años después pasa al Sexteto Jóvenes del
Cayo, en condición de cantante. A partir de ese momento Miguelito comienza a describir una intensa
trayectoria, que lo relacionaría sucesivamente con numerosas agrupaciones musicales del país.
Estuvo en las charangas de Ismael Díaz, Habana y Gris. Pocos saben incluso que en 1933 estuvo en el
Sexteto Occidente de la venerable María Teresa Vera.
Miguelito Valdes con la orquesta de Javier Cugat
Luego de su primer viaje al extranjero, que lo condujo a Panamá, entró a trabajar en la orquesta Hermanos Castro. Allí se mantuvo hasta 1936, año en el cual funda, junto a varios amigos la orquesta Casino de la Playa. Trabajando en ella logra una inmensa popularidad, haciendo las vertientes fundamentales de la música cubana, pero sobre todo imponente los ritmos afros, que se convertirían en su sello fundamental. Tan es así que entre su labor como compositor abundan piezas tales como las congas.
Hombre de pujante inquietud, incapaz de permanecer en un sitio por mucho tiempo, ya en 1939 quería
probarse en otras latitudes y por ello se desvincula de la Casino de la Playa, con el propósito de marcharse a Estados Unidos. Antes de lograrlo, en marzo de 1940, es requerido para hacer una sesión de grabaciones por la orquesta Havana Riverside.
A finales de abril de 1940 Miguelito Valdés partió de la Isla con destino a Fort lee, New Jersey. Lo había
solicitado Ben Marden, el dueño del night club Riviera, para que hiciera allí un espectáculo con la orquesta del local, sabiendo de la atronadora popularidad conseguida por Miguelito con la Casino de la Playa.
Para dirigir la banda, se hizo acompañar por su entrañable amigo, el pianista Anselmo Sacasas, quien
poco antes de estrenarse el show, se vió impedido de trabajar debido a la protesta interpuesta por el sindicato de músicos norteamericanos, American Federation of Musicians. Esta situación abortó el proyecto, razón por la cual el cantante se desplaza a New York, donde el sabía que se concentraban ya un numeroso grupo de músicos cubanos.
Miguelito Valdes Y La Orq Hermanos Castro
Miguelito Valdés, Xavier Cugat y su Orquesta del Waldorf Astoria, En cuanto llegó a esa ciudad fue fichado por Xaviert Cugat y el 12 de mayo debuta en el Sert Room del exclusivo Hotel Waldorf Astoria, cantando al frente de la banda de este músico cubano catalán. Aunque no dejaba de volver a su Habana, cada vez que lo solicitaban para alguna actuación de relevancia, Miguelito de enraizó en Nueva York y al igual que en su patio natal, no calentaba demasiado su sillón en sitio alguno. Por eso, cuando consideró que no era bien pagado por Cugat, cogió la puerta y se dispuso a otras aventuras, cada vez más seguro de que había llegado a ser una figura de trascendencia por si mismo.
Así en 1941 trabaja, aunque no de manera regular, con Machito y sus Afro-Cubans. Tan solicitado a título
personal llegó a estar Miguelito en New York, que en 1945 se quedó literarlmente sin voz y regreso a La
Habana verdaderamente atribulado. Y aunque los médicos nortamericanos le habían diagnosticado que
no podría volver a cantar, se repuso y pudo amarcharse y seguir cumpliendo con sus copiosos compromisos.
Portada del Álbum Bim Bam Boom que grabara Miguelito Valdés junto a Machito y su orquesta,
Cuentan quienes conocieron a Miguelito Valdés que era, según el sabio lenguaje del ambiente de bar,
amigo de los amigos, y se pueden encontrar varios ejemplos de esta actitud. Una de las muestras más
elocuentes es su relación con el importante percusionista Chano Pozo. Se conocieron de muchachos, viviendo los dos en Centro Habana y salían a rumear juntos, chano percutiendo su tambor en ristre y Miguelito cantando piezas aprendidas de los mayores o haciendo sus primeras inspiraciones.
Miguelito Valdés y Chano Pozo cuando el percusionista integraba la orquesta del intérprete de Babalú en 1947.
Isolina Carrillo junto a Miguelito Valdés
Después nunca se desvincularon, anduviera cada cual por donde anduviera. De hecho la partida de
Chano hacia Estados Unidos, que tan importante sería para el jazz, tuvo mucho que ver con el apoyo
del intérprete de Tabú. En 1947, muy poco después de que Miguelito regresa de un exitoso viaje a La
Habana, arrivó Chano a New York, y aunque después se vincularía con personalidades como Dizzy Gillespie, una de de las primeras agrupaciones en las que trabajó, fue en la propia orquesta de Miguelito Valdés.
Miguelito Valdés logra llegar a los inicios de la década del cincuenta del siglo pasado, siendo uno de los
cantantes latinos más respetados y mejor pagados de Nueva York. Pero como es natural, los años no pasan en vano y a la música le van naciendo nuevos hitos.
Aunque murió mientras cantaba en un teatro de la capital colombiano en 1978, ya hacía mucho tiempo
que se le consideraba una estrella histórica, que no estaba en la esfera inmediata de la popularidad.
A estas alturas vale la pena reclamar atención por este músico cubano, para bien suyo, sino para todos
los que amamos lo mejor de la música nuestra.
Este hombre de resumante cubana, no sólo compuso y cantó congas, no sólo fue el principal impulsor de las
composiciones de Chano pozo, sino que atesoró un repertorio en el cual se incluyen otros género como el
bolero, el son , la guaracha...y todos los supo defender con su potente timbre y con una expresión de vecino de toda la vida. Por suerte no me dejarán mentir la enorme cantidad de grabaciones suyas, que han llegado hasta nuestros días
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